Un estudio exegético del Salmo 22 para uso en la predicación de la Cuaresma

August Pieper

 

Cuando Lutero en febrero de 1521 se dedicó a interpretar el Salmo 22, llevó pan y sal y se encerró en su cuarto por tres días, no aceptando ninguna visita. Lo hizo no por dificultades lingüísticas en particular, de las cuales el texto abunda, pero no realmente afectan el contenido teológico del salmo. Lo que impulsó a Lutero a aislarse fue su santo asombro al estar en presencia del gran misterio que este salmo revela.

 

Lutero había experimentado mucha tentatio, y el texto de este salmo para él fue un gran estímulo a oratio y meditatio.

 

Siempre que una persona emprende interpretar la Escritura, se hace evidente que el hombre sin el Espíritu no acepta las cosas que vienen del Espíritu de Dios. La historia de la interpretación del Salmo 22 ha demostrado el hecho de que la razón humana, con toda su erudición y arte literario, la sabiduría de Dios la ha revelado ser necedad. No solamente comentaristas judíos antiguos y medievales, sino varios calvinistas y abundantes racionalistas han caminado en la luz brillante de este sol como ciegos. Aun los mejores entre los intérpretes creyentes más recientes (Delitzsch, Keil, Stier), aun el más profundo y lleno del Espíritu de todos (Hengstenberg, especialmente en sus últimos años), no han visto ni hablado con claridad aquí, porque permitieron que su razón los alejara de la sencillez que hay en Cristo.

 

En el Salmo 22 tenemos el ejemplo más magnífico de la revelación del Antiguo Testamento que trata del sufrimiento de Cristo; sólo Isaías 53 se puede considerar un paralelo digno. Isaías 53 presenta al Salvador sufriente desde fuera: en su humildad y vergüenza, en el castigo que sufrió como nuestro Sustituto. Isaías enfatiza la causa y el bendito fruto del sufrimiento de Cristo y menciona el dolor interno del alma del Salvador sólo de paso. En contraste, el salmista descubre el corazón más íntimo del Salvador en esa hora terrible cuando el juicio eterno de un Dios todo misericordioso y santo fue decretado contra él, el Mediador entre Dios y un mundo bajo su maldición. Lo que este salmo nos da en particular es una vista del extraordinario sufrimiento de alma que el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre experimentó al llevar nuestra maldición. Al comenzar nuestro estudio, se aplica la palabra de Dios: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Exo. 3:5), Al hacerlo, nuestra oración es: Señor, “Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu Ley” (Sal. 119:18).

 

Para comenzar, aquí hay una traducción literal del salmo:

 

  1. Para el director (de la música del templo), un salmo de David, a “la cierva de la mañana”.
  2. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
  3. Dios mío, te clamo de día, pero no respondes, y de noche, y no guardo silencio.
  4. Pero tú eres el Santo, entronizado sobre los himnos de alabanza de Israel.
  5. En ti pusieron su confianza nuestros padres; confiaron, y tú los libraste.
  6. Clamaron a ti y fueron librados; confiaron en ti y no fueron avergonzados.
  7. Pero yo soy un gusano, y no un hombre, escarnecido por los hombres y despreciado por el pueblo.
  8. Todos los que me ven, se burlan de mí, lanzan insultos y menean la cabeza.
  9. Clamó a Jehová, que Jehová le ayude; que lo libre, si se deleita en él.
  10. Pero tú me sacaste del vientre de mi madre, tú me enseñaste a confiar en ti ya en el pecho de mi madre.
  11. Desde el vientre fui echado sobre ti; desde el vientre de mi madre tú has sido mi Dios.
  12. No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca; y no hay quien ayude.
  13. Muchos toros me han rodeado; fuertes toros de Basán me acorralaron;
  14. Ellos abren sus bocas contra mí, como un león rugiente y hambriento.
  15. Soy derramado como agua; todos mis huesos están descoyuntados. Mi corazón se ha hecho como cera, se ha derretido dentro de mí.
  16. Mi fuerza se ha secado como un tiesto, y mi lengua se apega a mi paladar; Tú me has puesto en el polvo de la muerte.
  17. Perros me han rodeado, una pandilla de hombres malvados me circundó; han horadado mis manos y mis pies.
  18. Puedo contar todos mis huesos; la gente me mira y se regodea.
  19. Dividen mi vestimenta entre ellos, y echan suertes por mi ropa.
  20. Pero tú, Señor, no estés lejos de mí; Mi Fortaleza, ven pronto a mi auxilio.
  21. Saca mi alma de estar bajo la espada, mi posesión más preciosa de las garras de los perros.
  22. Rescátame de las fauces de los leones, sí, de los cuernos de los toros silvestres tú me has respondido.
  23. Proclamaré tu nombre a mis hermanos; Te alabaré en la congregación.
  24. Ustedes que temen al Señor, ¡Alábenlo! Todos ustedes, descendientes de Jacob, ¡glorifíquenlo! Todos ustedes, descendientes de Israel, ¡Denle reverencia!
  25. Porque no ha despreciado ni desdeñado el sufrimiento del afligido, no ha escondido su rostro de él, sino cuando clamó a él, escuchó.
  26. Mi alabanza de ti resonará en la gran congregación; cumpliré mi voto ante los que lo temen.
  27. Los pobres comerán y serán saciados; los que buscan al Señor lo alabarán; sus corazones vivirán para siempre.
  28. Todos los fines de la tierra sabrán de esto y se convertirán al Señor, todas las familias de las naciones se arrodillarán en adoración ante tu rostro.
  29. Porque el dominio es del Señor, y reinará sobre las naciones.
  30. Todos los ricos de la tierra harán fiesta y caerán en adoración; todos los que descienden al polvo, que no pueden mantenerse vivos, se arrodillarán ante él.
  31. Una posteridad lo servirá; a los hijos de los hijos se les hablará del Señor.
  32. Vendrán y proclamarán su justicia a un pueblo aún no nacido: “¡Él lo ha logrado!”

 

Traducido literalmente, el título del salmo dice: “Para el director, a ‘la cierva de la mañana’, Salmo de David”. Entendemos con “el director” uno de los hombres que supervisaron el ministerio de música del templo para lo cual David mismo había hecho provisión—tal vez Asaf, Hemán Jedutún, o uno de sus asistentes (vea 1 Cró. 15:16ss; 25:1ss). El título indica que estos salmos los deberían entregar a un director de música que los ensayara y después los introdujera en el culto de Israel. Se cantarían alternando entre el director y el coro, a veces con acompañamiento instrumental. Todo el salterio fue el himnario de Israel, que nutría la fe no sólo de israelitas individuales en sus devociones privadas, sino también de toda la congregación en su culto público.

 

“A la cerviz de la mañana” indica simbólicamente el contenido del salmo. No valdría la pena refutar las conjeturas de los racionalistas de que, de acuerdo a la analogía de las inscripciones de otros salmos, entienden las palabras hebreas ʾayyeleṯ haššaḥar  con referencia a un instrumento musical, o tal vez a una tonada para el salmo. Según ambos el Talmud de Babilonia y el de Jerusalén, la expresión es una designación poética para la débil luz temprano en la mañana justo antes del amanecer; los primeros rayos pálidos del sol naciente se comparan con los puntos de los cuernos del venado. (No se debe objetar que la cerviz no tiene cuernos, porque, por ejemplo, los griegos describen la cerviz dedicada a Diana como “la de los cuernos de oro”). Hengstenberg con razón llama la atención al hecho de que la explicación del Talmud sólo se toma del título del salmo y no puede ofrecer ninguna tradición independiente en su apoyo. La explicación “sobre los primeros rayos de luz después de la oscuridad de la noche” no es totalmente inapropiada; el salmo en efecto comienza describiendo la noche escura del sufrimiento del que sufre, antes de describir, en la segunda parte, su majestuosa liberación.

 

Interpretar el título como indicando algo abstracto, sin embargo, no hace justicia al contenido del salmo. El salmo no trata gran sufrimiento y gozosa liberación en forma abstracta. Su tema es la persona que sufrió y fue liberado, de modo que el lector con razón puede buscar una referencia a esto también en el título. A nadie se le ocurriría hoy titular este salmo “Acerca de liberación de gran sufrimiento”; ¿por qué entonces debe David haber escogido un título tan abstracto? Si “la cerviz de la mañana” se refiere al contenido del salmo, entonces la cerviz sin duda debe describir a la persona que habla en el salmo.

 

Si esto es verdad, entonces ¿qué dice el lenguaje figurado? En la Escritura, la cerviz no sólo es imagen del amor maternal (Jer. 14:5) y de lo atractivo (Pro. 5:19; Cantares 2:7; 3:5), sino también de gran temor (Sal. 29:9). Es ese último rasgo que es el punto principal de énfasis en nuestro salmo cuando describe a la persona que sufre. La característica particular de este salmo es la temible agonía que describe. ¿En dónde más en el reino animal hay un símbolo mejor para un alma severamente torturada (vea vv. 12, 15b, 20ss) que una cerviz? El salmo 29:9 describe a este animal temeroso como tan aterrado por la voz del Señor en una tempestad de truenos, que entra prematuramente en los dolores de parto. Recuerde también que el salmo retrata a los enemigos sanguinarios del que sufre como toros salvajes (vv. 13,22), como leones rugientes y hambrientos (v. 14) como perros feroces (vv,17, 21). Es claro que en el título la cerviz atemorizada muy apropiadamente puede referirse al que sufre.

 

¿Qué, entonces, significaría llamar a esta cerviz “la cerviz de la mañana”? En sus comentarios de 1521 y 1530 Lutero vio aquí una referencia al amanecer de la era del Nuevo Testamento. Dio como evidencia Romanos 13:12 (“La noche está avanzada, el día se acerca”) en apoyo de su opinión de que Cristo es la cerviz que anuncia el amanecer del evangelio. En su Biblia alemana, sin embargo, abandonó esa opinión. En “la cerviz de la mañana” vio una referencia al hecho de que el Salvador sufriente fue condenado por el Sanedrín temprano en la mañana y fue entregado a Pilato. Eso explicaría su traducción: “De la cerviz que fue cazada temprano en la mañana”. Aunque esta traducción tendría sentido y se ajustaría a la situación, no encuentra mucho apoyo en el texto del salmo.

 

El verdadero significado del título no es difícil de determinar. Recordamos que en Isaías 8:20 Dios había anunciado: “¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Entonces nacerá tu luz como el alba (58:8). “Esforcémonos por conocer a Jehová: cierta como el alba es su salida” (Oseas 6:3). En todas estas referencias “amanecer” o “alba” es un cuadro de nueva vida, de las nuevas bendiciones de alegría y esperanza que siguen a la desgracia. En el Salmo 22 la “cierva de la mañana” es el alma preocupada de alguien que sufre, que después de la noche oscura de dolor ve el amanecer de la liberación, la esperanza y el gozo (como lo explica la segunda mitad del salmo). El título, por lo tanto, indica el doble mensaje del salmo: la angustia del que sufre, y la alegría que viene después del sufrimiento.

 

El último elemento en el título, “un salmo de David”, no necesita explicación. Nombra al autor. Los reclamos de los racionalistas de que los títulos fueron añadidos a los salmos por los editores a una fecha muy posterior y por lo tanto no indican el autor desde hace tiempo se ha rechazado como no científicos. Cada título es original. Delitzsch ha demostrado de manera concluyente del contenido del salmo, su dicción, y toda la lista de características davídicas, que David es el autor original.

 

Según el título, entonces, aquí tenemos un salmo compuesto por David, el cantor real descrito en 2 Sam. 23:1s, para el culto público:

Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El espíritu de Jehová habla por mí, su palabra está en mi lengua.

 

Tenemos aquí un salmo que retrata no sólo el alma angustiada de alguien que sufre, sino también su gozo y finalmente su himno de alabanza por su liberación.

¿Quién es esta persona, el que sufre y se salva, que es atormentada severamente y luego se regocija? Esto nos lleva a la pregunta de lo mesiánico del salmo.

 

La respuesta a esta pregunta es tan obvia que aún Strauss, el blasfemo, llamó a este salmo el programa que los evangelistas siguieron en describir la crucifixión de Cristo. La única cuestión que tenemos que considerar es si el salmo se debe entender como un tipo del Mesías o si es totalmente mesiánico. Aquí otra vez no es difícil determinar que la segunda de las dos alternativas es la única correcta, a pesar del hecho de que la mayoría de los teólogos positivos, por ejemplo, Kurtz, Keil, Stier, Moll, Hengstenberg, Delitzsch y otros, optan por la interpretación típica.

 

Delitzxch mismo revela cuán insatisfactoria es la interpretación típica cuando escribe: “En el Salmo 22 David desciende con su queja en profundidades que sobrepasan la profundidad de lo que realmente sufrió, y eleva su esperanza a alturas que sobrepasan cualquier galardón del sufrimiento que él recibió”. Delitzsch fracasa miserablemente en su intento de justificar su interpretación típica apelando al uso de hipérbole del poeta, “sin lo cual, en la opinión de los semitas, la dicción poética fue blanda y sin vida”, y por insistir que el Espíritu de Dios usó tal hipérbole y lo transformó en profecía. Tal interpretación hace del cantor inspirado de Israel un parlanchín soberbio. En su Cristología Hengstenberg todavía sostenía la profecía mesiánica rectilínea, En su Comentario, sin embargo, declaró que el Salmo 22 no es exactamente típica, pero que el que sufre retrata “la persona ideal del justo que sufre injustamente”.

 

La cuestión de si el carácter mesiánico del salmo es típico o rectilíneo se determinará por si el mensaje del salmo va más allá de la figura histórica del tipo o queda dentro de la realidad de aquella figura. David fue un tipo de Cristo, pero obviamente sólo con respecto a lo que era, y seguramente no en lo que no fue. Cuando profetiza acerca de Cristo, siempre que decía algo que no se encontraba en él personalmente, esa referencia es directamente mesiánica; es una profecía rectilínea del Mesías. Seguramente no es imposible que se combinen profecía típica y rectilínea en el mismo salmo. Eso es lo que Delitzsch y otros ven aquí, y la razón por la cual hablan de la mesianidad típica-profética del Salmo 22. El salmo no se hace típico-mesiánico, empero, simplemente porque algunas de las características retratadas se aplican a David, ya que también se aplican a Cristo y se aplican con más naturalidad a él, si se puede establecer que el salmo contiene referencias que son directamente mesiánicas. El intérprete tiene el derecho a insistir en esta forma mixta de mesianidad para un salmo cuando el elemento típico contiene rasgos que se aplican sólo al tipo, y no caben para nada en el antitipo. Pero eso no es el caso aquí. Cada palabra de este salmo se aplica directamente a Cristo. No podemos encontrar ninguna situación en le vida de David que corresponde a lo que describe este salmo. Mucho menos provee David un tipo para la conversión mundial de los paganos, profetizada en los últimos versículos del salmo.

 

Tres referencias del Nuevo Testamento efectivamente cierran todo debate sobre el carácter del salmo: Mateo 27:35; Juan 19:24; y Hebreos 2:11s. En las dos primeras referencias el repartir de la ropa del Crucificado y el echar suertes por su manto se dice que ocurrieron “para que la Escritura se cumpliese” (Mateo: “la palabra dicha por el profeta”. Según Heb. 2:12, Cristo habló en el Salmo 22:23: “Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”.

 

Frente a testimonio tan claro del Nuevo Testamento, no tiene sentido insistir en que el Señor sencillamente tomó estas y otras palabras de David del Salmo 22 y las usó con referencia a sí mismo. En conclusión, queremos escuchar la opinión de Lutero y los antiguos intérpretes luteranos. Bakius lo resume para nosotros: “Afirmamos que este salmo, como una totalidad y en todas sus partes, se debe interpretar sólo de Cristo, sin ninguna alegoría ni figura retórica”.

 

El mensaje del salmo se divide naturalmente en dos partes, cada una de las cuales tiene dos subdivisiones.

 

I.                El lamento del Salvador sobre su sufrimiento extraordinario (vv. 2-22)

 

A.    Por ser abandonado (2.12)

B.    Por el sufrimiento causado por sus enemigos (13-22)

 

II.              El himno de alabanza del Salvador por su liberación (vv. 23-32)

 

A.    Invita a la congregación de creyentes a alabar a Dios con él, puesto que, junto con él, ellos disfrutarán el fruto de su liberación (23-27)

 

B. Invita al mundo entero a arrepentirse, gozar su liberación y a anunciar la liberación divina a las generaciones futuras (28-32)

 

A excepción del título, el Mesías habla todo el salmo. Con ojos abiertos por el Espíritu de Dios, David fue capaz de ver qué sucedía en el alma del Mesías, que estaba a punto de morir, pero estaba seguro de la victoria final. El salmista comparte esto con nosotros en palabras que el Espíritu de Dios enseñó (2 Sam. 23:1s).

 

Las primeras palabras del Salvador:

 

v. 2 Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?

 

Lutero comenta: “Con estas palabras el salmista trae al Salvador de una vez al mismísimo corazón del asunto, in medias res, al grado más intenso de su sufrimiento”. Con esta declaración el Señor resume todo su sufrimiento y derrama todo lo que estaba en su corazón. Todo lo que sigue hasta el v. 12 (realmente hasta el v. 22) simplemente aumenta, agrega detalles, da la explicación par este pensamiento inmenso, este lamento inaudito. ¡Qué sencillas suenan estas palabras, pero qué poder tan asombroso expresan! Se parecen a un lago de las montañas, aumentada por la nieve que se derrite, que sube siempre más hasta que rompe la represa y hunde todo lo que queda abajo. Del mismo modo el corazón del Salvador, resistiendo con valentía a pesar de estar atormentado con sufrimiento descomunal, abrumador, repentinamente rompe toda barrera con su lamento aterrador: “¡Dios mío, Dios mío!” Lutero notó correctamente que en ninguna otra parte de la Escritura se repiten las palabras “Eli, Eli”. Nadie más jamás ha clamado a Dios desde un corazón tan lleno, con tanta urgencia, aferrándose a él con tanta fuerza—porque nadie más jamás ha sufrido tan intensamente, y sin embargo, ha confiado con tanta firmeza. “Cristo, en los días de su vida terrena, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente” (Heb. 5:7).

 

“¿Por qué me has abandonado?” Estas palabras sugieren la gran pregunta: ¿Fue Cristo abandonado por Dios objetiva o subjetivamente, realmente o sólo en percepción, en hecho y verdad o sólo como tentación? Entre los exegetas contemporáneos positivos no conocemos a ninguno que no rechaza vigorosamente la realidad de que Dios abandonara a Cristo. ¿Por qué? Hengstenberg comenta: “Dios nunca ha abandonado a nadie que sigue confiando en él, no puede abandonarlo”. Como evidencia que esto no fue un caso real de abandono por Dios, Hengstenberg nota que Dios en efecto escuchó la oración de Cristo y lo libró del tormento y el juicio, como Cristo reconoce (v. 25).

 

Ahora bien, es cierto que Cristo fue liberado. Pero la cuestión en controversia aquí no es si el abandono de Cristo fue absoluto, final y permanente; la cuestión es si, mientras duraba, fue real. Esta cuestión no se resuelve con la afirmación general de que Dios no abandona a nadie que confía en él. El salmo no retrata a Cristo puesto en una fila con sus creyentes redimidos, todos los cuales tienen esa promesa. Está en el lugar de los pecadores condenados bajo el juicio airado del Dios asombroso, que hizo a él que no tenía pecado a ser pecado por nosotros para que en él nosotros llegáramos a ser la justicia que vale ante Dios (2 Corintios 5:21). Como nuestro sustituto, Cristo tuvo que sufrir el castigo por nuestros pecados, la ira  de Dios (Col.3:6), la maldición divina (Gál. 3:13; Dt 21:23), la muerte (Ro 6:23),  y el tormento del infierno (Mt 25:41,46; 8:12). Todo esto Cristo tuvo que sufrir, y lo sufrió, precisamente en aquella hora en la cual dijo estas palabras desde la cruz: “¿Por qué me has abandonado?” Esto es lo que significa ser abandonado por Dios. Las palabras de este salmo describen la terrible realidad de esto tan gráficamente como puede expresarse en palabras. ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­– y a la luz de los pasajes de la Escritura que se han citado, no es aceptable descartar el lamento del que sufre sólo como sus sentimientos subjetivos. 

 

¿Qué significa ser abandonado por Dios? Significa no experimentar ninguna ayuda de él. “He gemido, pero tú estás lejos de ayudarme” (v.2). Significa no recibir respuesta divina al rezo. “Tu no respondes” (v.3). Significa encontrar el corazón de Dios cerrado (un pensamiento implícito en las palabras: “soy un gusano y no un hombre”, v.7). Significa no encontrar consuelo de Dios, una idea expresada en las palabras “mi corazón se ha vuelto cera; se ha derretido dentro de mí¨. Significa no recibir más fortaleza de Dios (“mi fuerza se ha secado”). Significa ser abandonado por Dios a la miseria y a la injusticia, sin ninguna esperanza de liberación (vv.7ss.). Significa ser puesto por Dios en el polvo de la muerte, como el Señor atestigua en el versículo 16.

 

Explicar todo esto como irreal, como una emoción puramente subjetiva, es evidencia de falta de entendimiento y de superficialidad. Lo que el Salvador sufriente lamenta aquí, es una realidad amarga. Cuando él pronunció esta queja, estaba real y verdaderamente, en el sentido más completo de las palabras, abandonado y maldito por Dios por un tiempo; que llevaba la carga de la cólera eterna de Dios, la furia de sus enemigos, los terrores y el tormento del infierno; entregado indefenso a los poderes de la oscuridad. No podemos comprender el sufrimiento que experimentó. ¡Quiera Dios que ninguno de nosotros jamás tengamos que experimentar esto! Esto lo podemos comprender, que su abandono ha traído la misericordia de Dios para nosotros, que Dios nos ha adoptado como sus hijos y nunca nos abandonará.

 

Lejos de ayudarme están las palabras de mi gemir. v.3: Oh mi Dios, llamo a ti de día, pero no contestas, y de noche, y no estoy callado.

 

La construcción de la primera oración en el texto original es difícil; nuestra traducción es gramaticalmente permitida. La palabra hebrea que se traduce “gemir” se usa del rugir de leones, de truenos, de enemigos en combate, y del gemir de un guerrero mortalmente herido.  Lutero no solamente ha captado el sentido del término, sino que lo ha reproducido en buen alemán: “grito en voz alta (lamento), pero mi ayuda es distante¨. Piense en el relato de San Mateo (27:50): Jesús clamó otra vez con una voz fuerte y entregó su espíritu, debido a lo cual el centurión se llenó tanto de temor que se convirtió (Mc 15:39). Vea también Hebreos 5:7 (“Ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas”). El término del salmista abarca todos los suspiros, gemidos, lamentaciones, y oraciones del que sufre desde Getsemaní hasta su último clamor en el Calvario. A pesar de todas sus súplicas para ayuda, sin embargo, el Salvador se lamentó que la ayuda quedaba lejos de él. Todos sus suspiros profundos, su gemido angustiando, su llorar amargo, incluso sus gritos fuertes, su “rugir”, eran inútiles; la ayuda que él necesitó quedaba distante; sus gritos terminaban sin respuesta. Las palabras de Jesús describen la ayuda que él buscó como lejos en cuanto a espacio; las palabras siguientes describen su angustia desde el aspecto temporal. Él clamó día y noche por ayuda, sin cesar, pero Dios no contestó; Dios lo dejó seguir gritando sin oírlo. Note: mientras que las palabras ¿”por qué me has abandonado?” primero afirman el abandono de Cristo como un hecho abstracto, las palabras siguientes retratan este abandono en forma concreta y ofrecen una prueba de él.

 

Este primer lamento del Señor es más que simplemente una declaración: “me has abandonado”; es una pregunta introducida por el interrogativo “¿Por qué?” Esta palabra merece nuestra atención especial, puesto que es la base lógica de las formas para la línea del pensamiento en los versículos 4-12. Precisan la razón por su pregunta; nos permiten mirar el corazón del Salvador para ver qué lo condujo a hacer la pregunta en primer lugar.

 

¿Por qué pregunta Jesús “por qué”? Ésta no es una palabra dicha en desesperación o de reproche a Dios o de queja contra él. El contenido y la forma de su conversación con Dios que condujo a esta pregunta elimina tal interpretación. Cristo llamó al Dios que lo había abandonado: “Dios mío “, i.e., su tesoro y su porción. Continuó apegándose a la bondad y compasión de Dios, aunque momentáneamente se le había retirado. Continuó confiando, aunque por el momento parecía no haber nada en qué confiar. Su corazón anheló con inefable nostalgia y caluroso amor a aquel cuyo corazón estaba cerrado contra él. Cristo clamó a quien le había vuelto la espalda; se adhería con todas sus fuerzas al que lo estaba echando a las tinieblas de afuera. La repetición “Dios mío, Dios mío” señala claramente tanto su intensa confianza como su angustia intensificada. En su angustiado clamor no hay ningún indicio de ningún pensamiento pecaminoso. En el preciso momento en que, por amor a nosotros, Dios arrojó su furia y juicio sobre su Hijo, ese Hijo le respondió con las palabras “Dios mío, Dios mío,” de ese modo dando perfecta obediencia a Dios, volviendo la eterna ira para él mismo y para nosotros en eterna gracia, consiguiendo nuestro rescate eterno.

 

Los siguientes versículos, que exploran las razones por su ¿por qué?, no dan evidencia de ninguna amargura. En todo respiran fe inquebrantable, amor caluroso, profunda humildad, completa sumisión a la voluntad del Padre. ¿Qué, entonces, es el significado del ¿por qué? de Cristo. Es esto, Cristo no comprende el hecho aterrador de su ser abandonado por Dios. No lo entiende, ni lo puede explicar. No ve cómo es posible que su Dios lo abandone, especialmente a él, tan completamente. Por eso continúa:

 

v. 4.- Pero Tú eres el santo, entronizado sobre los himnos de alabanza de Israel.

 

 “Cómo puedes abandonarme tú, que eres santo, totalmente sin pecado, sin ninguna injusticia o infidelidad, el que es absolutamente justo, perfecto, todopoderoso, fiel”. El concepto de santidad, cuando se atribuye a Dios (como el Antiguo Testamento frecuentemente hace, por ejemplo, en Isaías 6:3 “Santo, Santo, Santo es Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”).

No se debe pensar de ello en el sentido estrecho de estar sin mancha moral ni del odio de Dios al pecado. Se debe entenderlo en el sentido más amplio de la perfección moral absoluta y universal de Dios y abarca todas las virtudes divinas. Es un sinónimo para su gloria, debido a la cual toda la tierra está llena de su gloria y él mismo está entronizado sobre los himnos de alabanza de Israel. Las palabras del Salvador dicen: “es simplemente imposible que tú, el Santo, el que es absolutamente sin pecado, seas culpable de pecado, de la injusticia, de falta de amor, de infidelidad al tratar conmigo”.  

 

“Tú estás entronizado sobre los himnos de alabanza de Israel” es una figura poética que visualiza la alabanza de la congregación que adora como una nube de humo del incienso, sobre la cual Dios se sienta entronizado como hizo sobre las nubes de la “gloria del Jehová” (kəḇôḏ-yahweh).

Expresado en forma de prosa, las palabras del Salvador serían “tu gloria, tu perfección absoluta, según la cual eres exaltado sobre todo pecado e injusticia, es tan bien conocida y tan firmemente establecida en Israel que los himnos de alabanza de la nación suben incesantemente a tu trono. ¿Cómo puedes abandonarme?”

 

vv. 5, 6 En ti confiaron nuestros padres;

Confiaron, y los libraste.

Clamaron a ti, y fueron librados;

Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.

 

Aquí hay más razones por las que su condición de estar abandonado por Dios era incomprensible para él. “En la historia entera de Israel desde el tiempo de Abraham hasta el del Mesías, una historia repleta de ejemplos de gente que confiaba en Dios y lo invocó cuando tenían necesidad, no hay un solo caso donde hiciste que se avergonzaran en su confianza y rehusaste ayudar.[1] Oíste su rezo y los libraste rápido”. Y ahora, en el contraste más agudo:

 

7.- Pero yo soy un gusano y no un hombre.

 

Es decir, Me tratas no como hiciste a nuestros padres, como uno de tus elegidos, ni siquiera como un ser humano, sino como un gusano que no vale nada, absolutamente sin valor (vea Job 25:6).

 

¿Cómo es eso posible? Aún más, para los hombres soy “… despreciado y desechado entre los hombres”. No sólo me tratas como sin valor; me has hecho escarnio y ridículo del mundo entero, como si tuvieras placer en mi deshonra más profunda. El hebreo aquí es descomunalmente significativo. Traducido literalmente: “…el objeto del escarnio del hombre y de desprecio a nivel nacional”. En otras palabras, sufrió el ridículo no sólo de individuos, sino de la nación en general. Los ejemplos concretos de las burlas que él soportó siguen:

 

8.- todos los que me ven se burlan de mí; lanzan insultos y menean la cabeza.

 

Las burlas aquí descritas se expresaron con gestos. Traducidas literalmente, las palabras dicen: “Todo el que me ve imita lo que digo”—es decir, repiten en tono de burla mis clamores de angustia. “Deforman sus labios”; imitan los labios de Cristo, que fueron torcidos con dolor. “Menean la cabeza”, nuevamente copiando al que sufre en su agonía. Y soportó esta afrenta de todos sus enemigos que testificaron su pasión, sin excepción.

 

v. 9 Clamó a Jehová, que Jehová le ayude; que lo libre, si se deleita en él.

 

Las burlas aquí descritas fueron expresadas con palabras. Los enemigos de Cristo no estaban contentos con humillarlo con gestos obscenos; tuvieron que satisfacer su goce enfermizo de su sufrimiento expresando su rencor en sarcasmo agudo y blasfemo. Había afirmado tener una relación especial con Dios. Siempre había apelado a su Padre celestial y confiado en él. “Bueno, pongámoslo a prueba. Clama a Jehová, tu Dios y el nuestro; si él se agrada de ti, si tú eres su Hijo especial, que lo reconozca rescatándote” (vea Mt. 27). Detrás de todas estas palabras estaba la afirmación que no expresaron: “Tu insistencia en que eres el Hijo amado de Dios es falsa. Dios no te ayudará. Lo estás llamando en vano, así revelando que eres un tonto, un engañador engañado”. Lo que el Salvador sufriente no pudo comprender fue cómo el Dios que consistentemente respondía a los ruegos de los padres para ayuda ahora pudiera darle la espalda completamente y entregarlo a las burlas viles de sus enemigos. Sin embargo — y ahora sigue la culminación de la discusión:

 

v. 10,11 Pero tú me sacaste del vientre de mi madre, tú me enseñaste a confiar en ti ya en el pecho de mi madre. Desde el vientre fui echado sobre ti; desde el vientre de mi madre tú has sido mi Dios.

 

Para entender estas palabras necesitamos observar su conexión lógica con lo que precede. Vuelven al pensamiento (que los burladores negaron) de que Dios se agradaba de él, que existía entre él y Dios una relación especialmente íntima. Lo que los burladores despreciaron como pura imaginación era realidad y verdad; esta relación de hecho existía entre Dios y él, comenzando con el primer momento de su vida. El Salvador dijo esto a su Padre: “En cuanto a mi relación contigo, me has puesto en ridículo, ¿pero con qué justicia? Estoy de hecho en una relación muy especial contigo. Me has tratado como a un gusano, pero sé que a tus ojos no soy ningún gusano. Me tratas como si fuera menos que un ser humano, pero sé que a tus ojos cuento como más que un ser humano común. Rehúsas darme la ayuda que diste a nuestros padres, pero significo más para ti, estoy más cerca de ti, que cualquiera de ellos.

 

“Considera la relación que existe entre nosotros. Tú eres quién me sacaste del cuerpo de mi madre. No nací según las leyes de la naturaleza, como el resto de los seres humanos. Mi nacimiento fue un milagro que tú determinaste de antemano y llevaste al cumplimiento, desafiando al diablo y el impío. Me enseñaste a confiar en ti ya cuando estaba al pecho de mi madre; es decir, cuando todavía era un bebé sin fuerzas, dependiente de mi madre, demostraste ser mi padre, sustentador, ayudante, defensor, y guía especial. Mediante tu Espíritu Santo plantaste profundamente dentro de mi corazón la seguridad de que puedo confiar totalmente en ti en toda circunstancia. Desde la matriz fui echado sobre ti. Cuando nací no había nadie para abrazarme en amor y para tomar mi causa en el mundo, pero tú me abrazaste con brazos del amor y determinaste cuidarme. Desde la matriz de mi madre tú has sido mi Dios, no sólo un amigo o un ayudante humano, sino mi Salvador todopoderoso, todo misericordioso, siempre fiel.

 

“Si es verdad que tú eres santo y que es legítimo que recibas alabanza de Israel por demostrar misericordia a nuestros padres, entonces ¿cómo es posible que tú me abandones? Si desde mi nacimiento tú has demostrado que eres mi Dios, ¿cómo puedes dar oídos sordos a mi triste lamento, no responder a mi persistente grito por ayuda, tratarme como un gusano y no como un hombre, entregarme a tal mofa vergonzosa”. Ésta es la conexión lógica de los pensamientos expresados con belleza poética maravillosa en los versículos 2-11.

 

De todo esto, el significado de nuestro Señor está claro: Él no entiende por qué su Dios lo ha abandonado. Esto nos impresiona como estando en conflicto con su naturaleza divina y su omnisciencia. Incluso como hombre Cristo entendía el plan entero de Dios para el rescate de los pecadores. La presentación del salmista parece privar al Salvador la comprensión de su sufrimiento muy inminente que él compartió tan a menudo con la gente. Sin embargo, sigue siendo verdad que las consideraciones dogmáticas no pueden nunca determinar nuestra exégesis o borrar las palabras claras de la Escritura. Solamente un uso erróneo de la analogía de la fe puede borrar una palabra de la Biblia a favor de otra. Una teología que guarda humildad no divide sino suma todas las declaraciones de la Biblia. El no saber la respuesta de parte de Cristo del porqué es abandonado por Dios es análogo a no saber la fecha exacta del día del juicio (Mc. 13:32), y su rezo en Getsemaní: “Padre, si es posible…” (Mt. 2:39) Cuando el Señor habló estas palabras, estaba en lo más profundo de su humillación. Cuando Dios abandonó a su Hijo, quitó de él no solamente toda fuerza y comodidad, sino también su comprensión. En ese momento la respuesta a su pregunta “¿Por qué?” fue ocultado de él; la pregunta era inexplicable. Tan profunda humillación del Hijo del Hombre majestuoso es también para nosotros un misterio imposible de resolver, pero es un misterio bendito, digno de nuestra adoración.

 

v. 12 No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca; y no hay quien ayude.

 

Técnicamente, este versículo es una inserción, para garantizar la simetría de las partes. Objetivamente, forma el eslabón entre los dos primeros segmentos de la primera parte principal (vv. 2-22), concluyendo los pensamientos del primer segmento e introduciendo el siguiente. La discusión extendida del porqué conduce a la víctima a rezar. Se aferra a Dios con el ruego sincero, ferviente, creyente, lleno de esperanza. “¡No estés lejos de mí! Dios, estás lejos de mí ahora; no te quedes lejos. Acércate a mí, porque la angustia está cerca (hablando de espacio, no tiempo), tan cerca que me rodea. No puedo escaparme, y no tengo a nadie para ayudarme”. La palabra hebrea traducida angustia (ṣārâ), implica causar malévolamente la angustia y la opresión. 

 

En los versículos que siguen, el pensamiento de estar abandonado por Dios pasa al fondo cuando la víctima describe su angustia. Él hace esto en dos segmentos, cada vez poniendo en contraste la furia del enemigo y su propia condición desgraciada. Y el primer segmento cubre los versos 13-16; los primeros dos versículos dibujan el comportamiento amenazador de los enemigos; los otros dos, la condición de la víctima. El segundo segmento es casi totalmente una descripción de la ferocidad de los asesinos que rodean a la víctima; solamente la mitad del verso 18 describe su condición interna. Los versículos 20-22 concluyen la sección con una súplica urgente triple para liberación.

 

v. 13 Muchos toros me han rodeado; fuertes toros de Basán me acorralaron.

 

En esta descripción de los enemigos, la primera línea enfatiza el gran número, la segunda el poder y la ferocidad de los toros salvajes. (Los fuerte toros de Basán fueron los toros silvestres de esa región, que tenían una reputación de ser fuertes y violentos). Se describen como rodeando al Mesías, haciendo imposible escapar. Se refiere a los enemigos amenazadores y potentes de nuestro Señor que lo mataron e incluye a Caifás y Pilato, junto con los servidores del templo y los soldados romanos.

 

v. 14: Ellos abren sus bocas contra mí, como un león rugiente y hambriento.

 

Ellos no se quedaron inactivos alrededor del Mesías; llenos de deseo de sangre brincaron sobre su víctima, como un león hambriento y rugiente sobre su presa. Las figuras gráficas del salmista nos permiten visualizar cómo los soldados (representando a todos los que son hostiles a Cristo) pusieron manos violentas sobre él y lo clavaron en la cruz. Ahora sigue una descripción de lo que sucedió en la mente del Salvador en ese tiempo.

 

v. 15,16: Soy derramado como agua; Todos mis huesos están descoyuntados; Mi corazón se ha hecho como cera, se ha derretido dentro de mí. Mi fuerza se ha secado como un tiesto, y mi lengua se apega a mi paladar; tú me has puesto en el polvo de la muerte.

 

Con sólo unos brochazos el salmista aquí dibuja el efecto que tuvieron los ataques de los enemigos en el alma del Salvador. Ewald y Hengstenberg lo describen como “terrible”. El Antiguo Testamento frecuentemente usa la figura del agua derramada y dispersándose para retratar la disolución de los poderes vitales de la persona. El agua puede ser contenido sólo en una vasija; derramada, corre y se evapora. Asimismo, los poderes vitales de aquel que fue clavado en la cruz desaparecieron y se agotaron cuando Dios lo entregó en manos del enemigo. El hebreo que se traduce: “todos mis huesos están dislocados” recuerda el estirar los miembros en potro hasta que las coyunturas se dislocan. En la cruz le fue negado al Salvador libertad de moverse. Que su corazón estaba derretido como cera puede referirse a una fiebre intensa que quemaba en su cuerpo torturado y contribuyó a su muerte. Sin embargo, la primera referencia es al hecho de que bajo la tortura constante del cuerpo y la tentación de su alma el Salvador perdió el ánimo, la compostura y el control. Así como una vasija de barro en el horno del alfarero pierde toda su humedad, así la enorme violencia infringida en el cuerpo y alma de nuestro Señor quitó su fuerza; la falta de humedad hizo que su lengua se pegara a su paladar, de modo que moría de sed.

 

Un comentario final en esta sección nos recuerda que Dios mismo fue quien trajo esta sentencia de juicio sobre él y produjo el resultado final: El Señor fue puesto en el polvo de la muerte, es decir, como polvo sin vida, fue puesto en el polvo del sepulcro.

 

v. 17: Perros me han rodeado, una pandilla de hombres malvados me circundó; han horadado mis manos y mis pies.

 

“Perros” es un retrato de lo que es común y bajo, de rabia dispuesta a morder. La expresión caracteriza la pandilla malvada, la muchedumbre vulgar sin cerebro ni corazón. No mostraron ningún respeto, sino habían llegado sólo para despedazar a un hombre, porque así lo querían. Como animales sedientos de sangre, horadaron sus manos y pies. Hay una variante textual en la última oración (“horadaron mis manos y mis pies”). Varios manuscritos antiguos tienen      kāʾărû, “horadaron”; los restantes manuscritos tienen kāʾărî, “como un león”. La crítica textual no puede determinar la lectura correcta; el sentido tendrá que decidir. No tiene sentido decir: “Una pandilla de malvados me rodearon, como un león mis manos y mis pies.” Además, se necesita más que un león para rodear a una persona. Con Lutero, por tanto, optaremos por kāʾărû, y traducimos: “Han horadado mis manos y mis pies”. Vale notar que ninguno de los evangelistas notó este detalle de la crucifixión en la historia de su Pasión, aunque usaron literalmente otros detalles registrados en el salmo y aunque la Septuaginta, que ellos citaron aparte de esto, tiene “horadaron”.

 

v. 18 Puedo contar todos mis huesos; la gente me mira y se regodea.

 

La primera línea es la única en este segundo segmento que hace referencia a los sentimientos personales de la víctima. El sentido del pasaje es aproximadamente esto: “Puedo sentir cada hueso en mi cuerpo, y cada uno me duele. En el caso de una persona que fuera crucificada eso fue la plena y terrible verdad. En la crucifixión cada miembro del cuerpo sufría con indescriptible dolor. Esto fue aparente aun externamente. Después de un corto tiempo en la cruz, los miembros y músculos del crucificado comenzaban a sacudirse y a convulsionarse, y la sanguinaria multitud de espectadores lo notaba. Pero en vez de voltear sus ojos de esta desgarradora vista, una vista que merecía sus condolencias, ellos miraron fijamente cuando temblaba el cuerpo de su víctima y realmente sus ojos se deleitaron de su indecible agonía.

 

v. 19 Dividen mi vestimenta entre ellos, y echan suertes por mi ropa.

 

La “vestimenta” a que se refiere era la vestidura exterior suelta, la toga de los romanos; la “ropa” se refiere a la ropa interior ajustada, la túnica. Juan 19:23s. y Mateo 27:35 relatan el cumplimiento literal de esta profecía. Lutero reconoció por qué se mencionó este detalle aparentemente insignificante y los evangelistas fielmente lo relataran. Él comenta: “Fue la opinión del profeta/salmista que Cristo había sido tan completamente entregado a las manos de los impíos y que su caso parecía tan completamente desesperado, que en su confianza excesiva inclusive se burlaron de su ropa. … No creo que los soldados repartieron las vestiduras de Cristo para obtener algo de valor. Simplemente se divertían en un asunto que ellos consideraban una gran broma, riéndose y mostrando que lo consideraban una persona totalmente destruida, perdida y deshecha”. Según una costumbre antigua la ropa de una persona condenada a muerte llegaba a ser propiedad del verdugo. El hecho de que los soldados dividieron la ropa de Cristo aun antes de que muriera muestra cuánta confianza tenían de que moriría. El lamento de labios del Salvador llama la atención sobre este hecho: “Me tratan como alguien que ya está muerto, como uno que seguramente se ha eliminado, que ya no participa en la vida. Ya están celebrando su victoria; he llegado a mi fin”.

 

Esto termina el retrato del sufrimiento de Cristo de parte del salmista. Los enemigos habían hecho todo a su alcance. Habían amontonado sobre él las más viles burlas. Lo habían atormentado y torturado en toda forma que sus mentes malvadas podían imaginar. En su sed insaciable de sangre lo habían matado, y ahora celebraban su victoria. Pero en esta hora de la más profunda agonía de corazón, el corazón del Salvador moribundo rompió una vez más en un ruego fuerte y ferviente.

 

vv.20-22: Pero tú. Señor, no estés lejos de mí,

Mi Fortaleza, ven pronto a mi auxilio.

 Saca mi alma de estar bajo la espada,

mi posesión más preciosa de las garras de los perros.

Rescáteme de las fauces de los leones,

Sí, de los cuernos de los toros salvajes – Tú me has respondido.

 

Con las palabas “Pero tú, Señor…” Cristo apartó la atención de sus torturadores y asesinos, de quienes no podía esperar recibir nada. Volvió a su Dios, de quien antes había confesado que lo había abandonado y lo había puesto en el polvo de la muerte (v. 16). A pesar de esto, se apegó firmemente a la fidelidad y misericordia de Dios. Él es el Señor, el Dios del pacto con Israel, que había prometido en Oseas 2:19s.: “Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Te desposaré conmigo en fidelidad”.

 

Por esta razón el Señor no podría abandonarlo por siempre. Porque su propia fuerza se había desvanecido, él llamó a Dios su fuerza. Que la fuerza divina podría venir a rescatarlo y lo haría. Pero él necesitó ayuda inmediatamente, así que dijo en voz alta, “ven pronto a mi auxilio; no demores en arrebatar mi alma del poder de la espada”. Puesto que la espada era el arma más común para matar a alguien, simboliza todo lo que causa la muerte; los versículos siguientes especifican las garras de perros, las patas de leones, los cuernos de toros salvajes. El imperativo “rescátame” indica la urgencia de la súplica.  “Dios, ven rápido en medio de este hato asesino,  y con un barrido de tu brazo poderoso sácame de sus manos”.  “Alma” es una sinécdoque, representando el principio real de la vida, la persona entera. La expresión sinónima, “mi posesión más preciosa “, caracteriza el alma humana, la vida humana, como el tesoro más valioso que una persona puede perder. Porque los enemigos, fieles a su carácter canino, despreciaron el valor verdadero de su alma y temerariamente intentaron destruirla, la víctima ruega, “¡saca mi alma… de las garras de los perros!” El león ya lo había arrebatado en sus fauces y lo rasgaba en pedazos. “¡Líbrame!” Los toros salvajes ya lo habían corneado. “¡Rescátame!”

 

Debemos notar algo significativo en cuanto al último verbo. Todos los otros verbos están en el imperativo: “No estés lejos”, “ven pronto”, “saca”, “rescátame”. En la última oración, sin embargo, el verbo es un perfecto hebreo. “De los cuernos de los toros silvestres, me has respondido”. La elección del verbo “responder” es significativo. Podríamos haber esperado “me has librado”. Lo que más impresiona de esta forma del verbo, sin embargo, es el tiempo, el modo de acción, del verbo: “Me has respondido”. Esa forma verbal no entró en el texto por accidente. En la poesía hebrea, en donde el paralelismo de las palabras y miembros de una oración es la regla, cada palabra y cada forma de cada palabra tiene que escogerse con cuidado. Además, este salmo es tan obviamente obra del Espíritu Santo que un desliz de la pluma está fuera de consideración.

 

¿Por qué debe este gran lamento, esta expresión angustiada de esperanza contra esperanza concluir abruptamente con “me respondiste”? Cuando el último suspiro salió de sus labios, el Salvador que hizo este ruego realmente experimentó la respuesta de Dios a su ruego, y lo expresó con esta forma del verbo. El versículo 25 se refiere precisamente a esa respuesta a su oración:

 

v. 25. Porque no ha despreciado ni desdeñado el sufrimiento del afligido, no ha escondido su rostro de él, sino cuando clamó a él, escuchó.

 

La forma del verbo que concluye este gran lamento forma la transición a la segunda parte del salmo, en que el Salvador, librado de su agonía y angustia, ofrece alabanzas desde el corazón por la ayuda que ha experimentado. Podemos resumir la segunda mitad del salmo brevemente.

La hora del abandono por Dios ha pasado. Dios ha mostrado compasión al Hijo, que aún en su agonía se había aferrado a él. Lo había librado del infierno y lo había recibido otra vez en su gracia. La paz bendita de Dios otra vez había entrado en su alma, su corazón se desbordó con gratitud y su boca con alabanza. En su himno de alabanza, el que fue rescatado primero declara su resolución de proclamar a sus hermanos el nombre del que había hecho tan grandes cosas para él. Luego exhorta al pueblo piadoso de Dios a unirse con él en alabar la misericordiosa liberación de Dios, y concluye con prometer presentar sus acciones de gracias, en que los pobres de su pueblo podían participar y regocijarse eternamente (vv. 23-27).

 

Aún el mundo de los gentiles escuchará el mensaje de su liberación, será convertido por él, y será llevado a alabar a Dios por ella. Dios producirá ese resultado, porque es el Señor también de los gentiles y extenderá su reino de gracia también sobre ellos. Ricos y pobres, grandes y pequeños compartirán la liberación de Dios y lo alabarán por ella. Una generación contará a la siguiente que, por rescatar a su Hijo, Dios ha producido la liberación del mundo entero.

 

v. 23. Proclamaré tu nombre a mis hermanos; Te alabaré en la congregación.

 

El “nombre” de Dios es la suma total de su divina majestad, que demostró tan magníficamente al librar a su Siervo sufriente. El énfasis especial aquí, como lo aclara el versículo 25, es la gracia de Dios, su fidelidad y su ayuda. Los “hermanos” del Mesías no son los de su país, con quienes compartía una línea de sangre común, sino sus hermanos espirituales, designados en el versículo siguiente como “los que temen a Dios”. No tenemos que restringir a los “hermanos” aquí a los discípulos, a quienes el Señor quería que se les anunciara las noticias de su resurrección (Juan 20:17). La segunda mitad del versículo hace claro eso: “Te alabaré en la congregación”. “Hermanos” y “congregación” son paralelos. No se debe pensar de la congregación sólo como el grupo reunido para el culto, sino todo el Israel espiritual, del cual cada asamblea local es una representación. “Hermanos” y “congregación” son sinónimos con los descendientes espirituales de Jacob y de Israel (v. 24). En contraste con ellos están los gentiles (v. 28). El significado es toda la cristiandad. El Mesías está diciendo: “proclamaré a toda la cristiandad la maravilla de tu gracia y fidelidad”.

 

Lutero: “En Hebreos 2:11s., el apóstol aborda el hecho de que Cristo nos llama “hermanos” ... Aquí está la riqueza de este misterio, que somos los hermanos de Cristo, sus coherederos, hijos de Dios, reyes que gobiernan sobre este mundo, y dueños junto con Cristo de riqueza indescriptible. ¿Quién puede apreciar apropiadamente lo que quiere decir ser un hermano de Cristo? Todo esto es comprendido en esa única palabra”.

 

v. 24. Ustedes que temen al Señor, ¡Alábenlo! Todos ustedes, descendientes de Jacob, ¡glorifíquenlo! Todos ustedes, descendientes de Israel, ¡Denle reverencia!

 

Las primeras palabras de este versículo hacen claro que la gente a que se dirige es el Israel espiritual. Los tres imperativos “alaben”, “glorifiquen”, “den reverencia”, se arreglan en forma de clímax. El último verbo realmente significa abandonar el camino y postrarse en tierra ante uno a quien acabamos de encontrar. Lo que Dios ha hecho por su Hijo y por sus creyentes es tan magnífico que nunca podemos reverenciarlo como merece.

 

v. 25. Porque no ha despreciado ni desdeñado el sufrimiento del afligido, no ha escondido su rostro de él, sino cuando clamó a él, escuchó.

 

Esas palabras proveen la razón por el llamamiento a alabar a Dios. Pero, realmente, ¿es algo tan extraordinario que Dios finalmente allí tenía piedad de su Hijo en la cruz y respondió su ruego por ayuda? ¡Sí, lo es! Recuerde que Jesús aquí apareció no como el amado de Dios, su Hijo único, sino como sustituto por un mundo bajo la maldición de Dios, como un pecador condenado que fue detestable a los ojos de Dios. Que dios haya mostrado misericordia a alguien así es el milagro de milagros, especialmente puesto que, en Cristo, Dios mostró misericordia a todos nosotros. Éste es el mismo corazón del evangelio: al librar a Cristo como nuestro sustituto, de la agonía y el juicio (Isaías 53:8), Dios libró a nosotros. Una vez más los verbos se arreglan en forma de clímax y forman un contraste a los del versículo anterior. La alabanza de Dios debe ser grande, porque su acto misericordioso de rescate fue tan grande.

 

v. 26. Mi alabanza de ti resonará en la gran congregación; cumpliré mi voto ante los que lo temen.

 

Este versículo forma un contraste al lamento anterior del salvador. Su queja angustiada se ha vuelto un himno alegre de alabanza, que ahora canta en y con los cristianos reunidos. Podemos ver un cumplimiento de esto en el ministerio del Nuevo Testamento. Los predicadores en particular somos la boca de Cristo y su arpa, mediante los cuales resuena la alabanza de la gracia de Dios.

 

¡Qué cosa tan bendita! Cumplir un voto, cumplir una promesa hecha en un tiempo de terrible sufrimiento, es una expresión del Antiguo Testamento por dar las gracias (Salmo 50:14). Fue común jurar ofrecer a Dios un sacrificio de acción de gracias o una ofrenda de alabanza, que podría tomar varias formas (ver Levítico 3; 7:11s.; Salmo 66:13s.). El que Dios libró ahora se compromete a presentar una ofrenda de acción de gracias en presencia de todos los que temen a Dios. Deben verlo y escucharlo y ser animados a unirse en las acciones de gracias y alabanzas. Las ofrendas de acción de gracias del Mesías conciernen también a ellos. Fue como su sustituto que él había sufrido la angustia; fue para su liberación que él fue rescatado; de sus acciones de gracias deben aprender a dar las gracias. Aún más:

 

v. 27. Los pobres comerán y serán saciados; los que buscan al Señor lo alabarán; sus corazones vivirán para siempre.

 

El pensamiento otra vez se expresa en figuras del Antiguo Testamento. Cuando un israelita presentaba una ofrenda de acción de gracias, debía invitar no sólo a los levitas que oficiaban, sino también miembros de su familia y hasta desconocidos como viudas y huérfanos para compartir la comida festiva que acompañaba al sacrificio, para que pudieran regocijarse con él (Dt 16:11). Asimismo, el Salvador que había sido librado quiere que los pecadores miserables participen en su acción de gracias y en el gozo de expresar las gracias. Los que no pueden hallar satisfacción en lo que el mundo les ofrece y que por tanto buscan al Señor así serán movidos a alabarlo sin cesar y hallar su más grande deleite en él. En los tiempos del Nuevo Testamento, esto significa: los que son pobres espiritualmente participarán en las acciones de gracias que el Salvador presenta a Dios por haberlo liberado. Los versículos 23 y 25 hacen claro que esta ofrenda de acción de gracias es la alabanza del Salvador del nombre de Dios, de su gracia maravillosa, en otras palabras, el evangelio y todas las bendiciones de salvación ganadas por nosotros por Cristo y ofrecidas a nosotros en el evangelio. Lutero indica que este comer espiritual de parte de los pobres en espíritu sucede cuando por fe escuchan la proclamación del evangelio; en apoyo presenta Lucas 4:8 (Isaías 61:1) y Mateo 11:5 “Las buenas nuevas son predicadas a los pobres”. Este es la comida de acción de gracias de la cual recibimos la vida eterna (vea las parábolas de la gran cena en Lucas 14 y el banquete de la boda real en Mateo 22).

 

Todo lo que los versículos 23-27 predican de los que ya están bajo el reinado real de la gracia de Cristo ahora, en conclusión, se promete a los gentiles, los que todavía están fuera de aquel reinado misericordioso (vv. 28-32).

 

v. 28. Todos los fines de la tierra sabrán de esto y se convertirán al Señor, todas las familias de las naciones se arrodillarán en adoración ante tu rostro.

 

La salvación que Dios ha preparado es demasiado grande para limitarse a una nación. “todos los fines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios” (Salmo 98:3). Las esperanzas de los milenaristas son tan faltas de fundamento aquí como en pasajes similares del Antiguo Testamento, pero la promesa de que el reinado de gracia de Dios en el nuevo pacto será universal corre por todo el Antiguo Testamento y se ha cumplido de forma maravillosa. Paganos orgullosos, que han dado la espalda a Dios y han servido a ídolos con devoción carente de sentido y pervertida, serán confrontados por el gran acto de rescate de Dios, lo reconocerán como verdad, se arrepentirán y volverán a su Señor. Su conversión será tan genuina y profunda que adorarán al Dios de gracia sobre sus rodillas.

 

v. 29. Porque el dominio es del Señor, y reinará sobre las naciones.

 

Esto debe ser el caso, y lo será. Sólo dios merece el dominio, y siempre lo ha ejercido. Ahora, sin embargo, quiere ejercer el dominio en otro sentido. Mediante el evangelio quiere poner al mundo bajo el cetro de su gracia, hace que voltee, para que lo sirva voluntariamente. Para los predicadores y para toda la iglesia aquí hay tanto instrucción y consuelo. No debemos olvidar nuestra vocación: “¡al mundo entero!” Desde los tiempos más antiguos”, de hecho desde la eternidad, Dios ha querido que en los descendientes de Abraham todas las familias de la tierra fueran bendecidas. Al mismo tiempo, Dios garantiza que nuestra predicación será poderosa y efectiva. Ningún gobernante, ninguna nación en la tierra, tiene suficiente poder para impedir al evangelio. ¡El Señor es Rey! El reino es suyo, y él gobierna entre los gentiles, en medio de sus enemigos.

 

v. 30 Todos los ricos de la tierra harán fiesta y caerán en adoración; todos los que descienden al polvo, que no pueden mantenerse vivos, se arrodillarán ante él.

 

La palabra “todos” no debe ser tomado demasiado literalmente. Así como el salmista había contrastado antes “todos los paganos” al pueblo de Dios, así aquí todos los rangos y condiciones de los hombres forman el contraste. El banquete espiritual que el Señor ha preparado no es ni demasiado limitado para los nobles ni demasiado exaltado para los humildes. La gente de toda situación en la vida, de cualquier rango - amo y súbdito, rico y pobre, virtuoso y escandaloso, libre y esclavo, educado y no educado, viviendo y muriendo (cf. el ladrón en el Calvario) llegarán a conocer la gracia de Dios y lo alabarán por ella. Para nadie su situación en la vida lo hace inelegible para la misericordia de Dios.

 

v. 31, 32. Una posteridad lo servirá; a los hijos de los hijos se les hablará del Señor. Vendrán y proclamarán su justicia a un pueblo aún no nacido: “¡Él lo ha logrado!”

 

El salmista primero ha borrado todas las barreras de raza, y luego de estatus social. Ahora quita todas las barreras del tiempo: “Una posteridad los servirá”, es decir, un grupo de gente vendrá en cada generación. Estos son los elegidos de Dios. La iglesia de Jesucristo es incapaz de ser destruida. “Enseñan que una santa iglesia debe continuar para siempre” (Confesión de Augsburgo, artículo 8).”Las puertas del infierno no la vencerán” (Mateo 16:18). Cada generación transmitirá el evangelio a la siguiente, la generación actual a la siguiente. Es soberbia imaginar que con nuestra generación la iglesia de Dios llegará a su fin. Generaciones futuras proclamarán a las que vienen después de ellos la preciosa justicia que permite al pecador pararse ante Dios; no podrán mantenerse en silencio acerca de la sangre y justicia de Cristo. Aún el evangelio en su forma pura, la verdad no adulterada de las buenas nuevas de Dios, la predicación que no permite al pecador el menor crédito al lado de Dios”, sino atribuye todo crédito a la gracia de Dios y enfatiza: “¡que él lo ha hecho, y nadie más; él lo ha logrado!”, este mensaje dulce puro seguirá proclamándose por cada generación a la siguiente hasta que el Señor vuelva en gloria.

 

Bosquejo

 

Nota de introducción: mucha gente tiene la opinión de que los libros individuales y secciones de la Escritura no tienen ningún bosquejo definido. En realidad, lo opuesto es el caso. En todo el material de la Biblia, se puede hallar un bosquejo que corresponde al asunto. Las partes poéticas de las Escrituras son ejemplos sobresalientes de progresión lógica de pensamiento; los salmos, aún los salmos acrósticos, no son la excepción. Las reglas que gobiernan la poesía hebrea lo garantiza. El “paralelismo de los miembros”, sea sinónimo, antitético o sintético, contrasta líneas o grupos de versículos individuales unos con otros. El bosquejo del Salmo 22 no es más complejo que el de la mayoría de los demás salmos. Al dibujar el bosquejo para la primera sección del salmo (versículos 2-22), sin embargo, hemos intentado mostrar que se puede observar un modelo de pensamiento lógico aún en los menores detalles. Para la segunda porción del salmo (versículos 23-32), un bosquejo que se agrega sólo dibuja los contornos más generales.

 

El tema se sugiere por el título: “a la cierva de la mañana”. Quitando las metáforas, el tema del salmista es la agonía del Salvador en su muerte y su gozo sobre su liberación. Esta exposición ha expresado el punto de vista de que en este salmo escuchamos al Salvador revelar sus pensamientos más internos en las horas solemnes antes y después del punto de transición en su Pasión. Si hay acuerdo en este punto, entonces el pensamiento del salmo aquí tendrá que resumirse aproximadamente como sigue: La oración apasionada del Salvador en la hora cuando Dios lo abandonó y luego otra vez lo aceptó. Las 2 principales subdivisiones del salmo entonces serían la queja del Salvador cuando fue rechazado por Dios”, y su himno de acción de gracias después de ser librado. Un bosquejo más detallado sigue.

 

 

 

 

 

La gran oración del Salvador en la hora cuando pasó sobre él el juicio redentor de Dios

 

I.      Su queja agonizada sobre ser abandonado por Dios (2-22)

A.    Describe su abandono por Dios como incomprensible (2-11)

1.     Éste es un hecho (2,3)

a.      Lo afirma (2a)

b.     Su angustia lo prueba (2b,3)

                                                                                            i.     A pesar de su clamor, la ayuda queda lejos (2b)

                                                                                          ii.     Sus ruegos incesantes quedan sin respuesta (3)

2.     Esto es incomprensible (4-11)

a.      Tú eres el Santo (4-6)

                                                                                            i.     Israel te alaba como tal (4b)

                                                                                          ii.     Te mostraste a los padres como tal (5,6)

b.     Pero conmigo te muestras de otra manera (7-9)

                                                                                            i.     No me consideras como un hombre sino como un gusano (7a)

                                                                                          ii.     Me has entregado al escarnio (7b-9)

c.      Sin embargo, especialmente conmigo debes actuar como el Santo (10,11)

                                                                                            i.     Por tu decreto y acción nací como ser humano (10a)

                                                                                          ii.     Me enseñaste desde la infancia a confiar en ti (10b)

                                                                                        iii.     Me aceptaste en mi nacimiento, cuando nadie más lo hizo (11a)

                                                                                        iv.     Desde mi juventud te has mostrado como mi Dios (11b)

B.    Describe su angustia personal bajo su abandono por Dios como extremo.

1.     Primera descripción (énfasis en el sufrimiento interno, 13-16)

a.      Mis enemigos me han circundado (13,14)

                                                                        i.     Muchos (13a)

                                                                      ii.     Poderosos (13b)

                                                                    iii.     Crueles (14)

b.     Mi vida se desvanece (15,16)

                                                                        i.     Ya no tengo control de mis miembros (15b)

                                                                      ii.     Mi coraje me ha abandonado (15c)

                                                                    iii.     Mi fuerza se ha evaporado (16a,b)

                                                                    iv.     Me pones en el polvo de la muerte (16c)

2.     Segunda descripción, (énfasis en el sufrimiento externo 17-19)

a.      Los que me rodean son la malicia encarnada (17a,b)

b.     Llegan al extremo en sus intentos de hacerme daño (17c-19)

                                                                        i.     Horadan mis manos y pies (17c)

                                                                      ii.     Mi más profunda agonía es el mayor gozo de ellos (18)

                                                                    iii.     Al repartir mi ropa me tratan como uno ya muerto (19)

 

 

C.    Vuelve a su Dios con ruegos por su liberación (20-22)

1.     Su Dios ha de ayudarlo (20)

a.      Jehová, el fiel Dios del pacto (20a)

b.     El todopoderoso, que puede ayudar aún en esta necesidad (20b)

2.     Efectivamente, debe ayudarlo (20,21)

a.      Acercarse a él (20a)

b.     Con rapidez (20b)

c.      Con poderosa liberación (21a)

3.     Debe liberarlo de la muerte (21,22)

 

Transición: El verbo perfecto hebreo al final del versículo 22 (“Me has respondido”) forma la transición al segundo pensamiento mayor del salmo. Vea la exposición.

 

II.    Su himno de alabanza por la ayuda que recibió (23-32)

A.    Jura glorificar el nombre de Dios en Israel (23-27)

1.   Lo alabará en la asamblea pública (23)

2.   Llamará al pueblo de Dios a alabarlo (24)

3.   Contará las misericordias que Dios le ha mostrado (25)

4.   Públicamente cumplirá sus votos y compartirá los frutos de su liberación, para que otros también alaben a Dios y vivan eternamente (26-27)

B.    Llamará aún a los gentiles a alabar a Dios (28-32)

1.   Toda la tierra debe experimentar la salvación de Dios, arrepentirse y adorarlo (28)

a.   Porque los ha gobernado con poder (29a)

b.   Porque quiere reinar sobre ellos con misericordia (29b)

2.   Toda clase de gente debe compartir su gracia (30)

3.   Por todo el tiempo una posteridad lo servirá y glorificará (31)

4.   Transmitirán a sus descendientes una justicia que Dios provee, que sólo él ha logrado (32).



[1] Cf. Abraham, Jacob, José, Moisés (especialmente a la orilla del Mar Rojo: “¿Por qué clamas a mí?), Josué, los clamores por ayuda de Israel en el tiempo de los jueces Gedeón, Jefte, Samuel; David: Ezequías; los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel,  Daniel; el pueblo bajo Esdras y Nehemías,; Ester; cf. Hebreos 11.