EVANGELIO PARA EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Mateo 21:1-9

Mt 21:1-9

 

1. En el prefacio dije que hay dos cosas que se deben notar y considerar en las lecturas del Evangelio: primero, la obra de Cristo que se nos presenta como un don y una bondad, a la que nuestra fe debe aferrarse y en la que debe ejercerse; segundo, la misma obra que se nos ofrece como ejemplo y modelo a imitar y seguir. Así, todas las lecciones del Evangelio enseñan primero la fe y luego las obras. Dividiremos, pues, este Evangelio en tres partes: para aprender primero, la fe; segundo, las buenas obras; y tercero, el significado espiritual de esta historia.

PRIMERO, SOBRE LA FE

2. Este Evangelio fomenta y requiere especialmente la fe, porque presenta a Cristo en su amable venida, que nadie puede recibir o aceptar a menos que crea que es él y esté de acuerdo con la forma en que este Evangelio lo describe. Se muestran aquí en Cristo solo la gracia, la gentileza y la bondad, y quien cree esto de él y piensa en él de esta manera se salva. Mira que él no monta en un semental, un animal de guerra, ni viene con gran pompa y poder, sino que se sienta en un burro, un animal pacífico, apto solo para las cargas y el trabajo como ayuda para el hombre. La forma en que viene muestra que no viene para asustar, forzar u oprimir a las personas, sino para ayudarlas, para llevar sus cargas y para responsabilizarse de ellas. Y aunque siempre ha sido costumbre en el campo montar en burros y usar los caballos para la guerra, como las Escrituras nos dicen a menudo, todo esto se hace para darnos a conocer que la entrada de este Rey es gentil y amable.

3. Segundo, también muestra la pompa y conducta de los discípulos hacia Cristo. Trajeron la burra y el pollino a Cristo, pusieron sus ropas sobre el burro y lo pusieron sobre él. También muestra la conducta de la gente que extiende sus ropas y ramas de los árboles en el camino. Esto muestra que no había miedo o terror allí, sino solo una alegre confianza en él como alguien con quien se llevaban muy bien. Él recibió estas cosas alegremente de ellos y estaba completamente satisfecho con ello.

4. Tercero, no hay armadura presente, ni grito de batalla, sino solo cantos, alabanzas, regocijo y glorificación de Dios.

5. Cuarto, como escribe Lucas, Cristo llora por la ciudad de Jerusalén, porque no reconoce ni recibe esta gracia. Su herida fue muy dolorosa para él, por no hablar de que debería haber tratado con ellos con rigor y terror.

6. Quinto, la bondad y la amabilidad se muestran mejor cuando Mateo presenta las palabras del profeta  y nos invita tiernamente a creer y recibir a Cristo. Fue por esta profecía que esta parte de este Evangelio se llevó a cabo y la historia fue escrita, como el propio evangelista testifica. Por lo tanto, consideremos este pasaje como la parte principal de este Evangelio, ya que en él se nos presenta a Cristo y se nos dice qué esperar de él, qué buscar en él, y cómo beneficiarnos de él y hacer uso de él.

7. Primero dice: “Decid a la hija de Sión”. Esto se dice a los predicadores, y así se les da un nuevo sermón para predicar, es decir, nada más que lo que se da en las siguientes palabras, es decir, un conocimiento verdadero y salvador de Cristo. Quienquiera que predique cualquier otra cosa es un lobo y un engañador. Este es uno de los versículos de los que habla Pablo (Romanos 1:2), en el que se promete el evangelio, porque el evangelio es un sermón sobre Cristo, tal y como se describe aquí, que debemos creer.

8. A menudo he dicho que hay dos tipos de fe. La primera es que ciertamente crees que Cristo es el tipo de hombre descrito y proclamado aquí y en todo el Evangelio, pero no crees que él es tal hombre para ti, y dudas si tienes y tendrás esto de él, y piensas: “Sí, él es tal hombre para los demás, como San Pedro, Pablo, y los santos piadosos. Pero quién sabe si es así para mí y si puedo esperar lo mismo de él y confiar en él, como lo hicieron estos santos”.

9. Mira, esta fe no es nada. Nunca recibe a Cristo ni lo prueba. No puede sentir ningún deseo o amor de él o por él. Es una fe sobre Cristo y no hacia o en Cristo, una fe que también tienen los demonios, así como todos los hombres malvados. Porque ¿quién no cree que Cristo es un Rey misericordioso para los santos? Esta fe malvada y vana es ahora enseñada por las malditas sinagogas de Satanás. Las universidades, junto con los monasterios y todos los papistas, dicen que esta fe es suficiente para hacer cristianos. Esto no es en realidad otra cosa que negar la fe cristiana y convertir a los cristianos en paganos y turcos, como proclamó San Pedro sobre ellos, diciendo: “Habrá entre vosotros falsos maestros, que … hasta negarán al Señor que los compró” (2 Pedro 2:1).

10. En segundo lugar, dice “la hija de Sión”. Con estas palabras se refiere a la otra, la fe verdadera. Porque si él ordena que se hablen las siguientes palabras sobre Cristo, entonces debe haber alguien que las escuche, las reciba y se aferre a ellas con una fe firme. No dice, “Di de la hija de Sión”, como si alguien debiera creer de otra manera que ella tenía a Cristo, sino: “Ustedes mismos deben decirse que deben creerlo con respecto a sí mismos y creer que es verdad, sin ninguna duda que les sucederá como declaran estas palabras”. Es la única fe que se llama “fe cristiana”, cuando se cree sin vacilar que Cristo es tal no solo para San Pedro y los santos, sino también para ti, y más aún para ti que para todos los demás. Tu salvación no depende del hecho de que creas que Cristo es Cristo para los piadosos, sino que es Cristo para ti y es tuyo.

11. Esta fe hace que te deleites en Cristo y te sepa dulce en tu corazón. Entonces el amor y las buenas obras seguirán naturalmente. Pero si no siguen, entonces la fe no está presente; porque donde está la fe, allí debe estar presente el Espíritu Santo y debe obrar el amor y la bondad en nosotros.

12. Esta fe es ahora condenada por los cristianos apóstatas y rebeldes, el Papa, el obispo, los sacerdotes, los monjes y las universidades. Llaman a esta fe arrogancia, querer hacerse igual a los santos. Sin embargo, al hacer esto, cumplen la profecía de San Pedro cuando dice de estos falsos maestros: “Por ellos será blasfemado el camino de la verdad” (2 Pedro 2:2). Por eso, cuando oyen que se alaba la fe, piensan que el amor y las buenas obras están prohibidos. En su gran ceguera no saben lo que es la fe, el amor ni las buenas obras. Pero si quieres ser un cristiano, debes dejar que estas palabras se te hablen a ti, a ti, a ti, y aferrarte a ellas y creer sin ninguna duda que te sucederá exactamente lo que dicen las palabras. No debes considerar arrogante que en esto seas como los santos, sino más bien la más necesaria humildad y desesperación, no de la gracia de Dios sino de ti mismo. Bajo pena de perder la salvación eterna, Dios quiere tal arrogancia hacia la gracia que ofrece. Si no quieres ser como los santos, e incluso ser tú mismo santo, ¿dónde te dejará eso? Sería arrogancia si quisieras ser santo y salvado a través de ti mismo y de tu propio trabajo, como los papistas apóstatas enseñan ahora. Llaman “arrogancia” a lo que es la fe, y a lo que es la arrogancia lo llaman “fe”, ¡la pobre gente engañada!

13. Pero cuando te atreves a ser santo en la fe en Cristo y a través de su venida, esa es la verdadera alabanza y gloria de Dios, por la cual confiesas, amas y alabas su gracia y obra en ti, y te apartas y condenas con tus obras, y te desesperas de ti mismo. Eso es ser cristiano. Porque decimos: Creo en una santa iglesia cristiana, que es una comunión de los santos. Si quieres formar parte de la santa iglesia cristiana y de la comunión de los santos, debes ser santo como la iglesia, pero no por ti mismo ni de ti mismo, sino solo por Cristo, de quien los demás también son santos.

14. En tercer lugar, dice: “Nota” o “Mira”. Con estas palabras nos despertaría como del sueño y la incredulidad, como si afirmara algo grande, extraño o notable, algo que hemos deseado durante mucho tiempo y que debemos recibir con alegría. Tal despertar es ciertamente necesario por esto: la razón y la naturaleza desprecian todo lo que concierne a la fe y son completamente inadecuados para ella. Por ejemplo, ¿cómo pueden la naturaleza y la razón comprender que el Rey de Jerusalén sea alguien que sale con tanta pobreza y humildad y monta en un burro prestado por otra persona? ¿Cómo encaja esa entrada con el hecho de ser un gran rey? Pero es la naturaleza de la fe que no juzga o razona por lo que ve o siente, sino por lo que oye. Se aferra solo a la palabra, y no a la vista o a la apariencia. Por esta razón Cristo aquí fue recibido como rey solo por aquellos que siguieron las palabras del profeta, que creyeron en Cristo, que juzgaron y recibieron su reino no con sus ojos sino con su espíritu — estos son la verdadera hija de Sión. Porque es imposible que aquellos que siguen su vista y su sentimiento y que no se adhieren firmemente a la palabra pura y llana no se ofendan por Cristo.

15. Recibamos y mantengamos firme esta imagen en la que se nos muestra la naturaleza de la fe. Porque así como la apariencia y el objeto de la fe, tal como aquí se presenta, no es nada, y es absurdo para toda la razón y naturaleza, así también la misma apariencia ineficaz y absurda se encuentra en todos los artículos e instancias de la fe. No sería fe si apareciera y actuara como fe en lo que se refiere a ella y como las palabras indican. Solo por eso es fe, porque las cosas no aparecen y actúan como la fe y las palabras dicen.

Si Cristo hubiera entrado magníficamente, como un rey mundano, entonces la apariencia y las palabras se habrían conformado adecuadamente a la razón y a la naturaleza, y los ojos lo habrían mirado tal como dicen las palabras. Pero entonces no habría quedado ninguna fe. Así sucede que quien cree en Cristo debe percibir las riquezas en la pobreza, el honor en la deshonra, la alegría en la pena, la vida en la muerte, y aferrarse a ellos en esa fe que se aferra a la palabra de Dios y espera estas cosas.

16. Cuarto: “tu Rey”. Aquí separa a este Rey de todos los demás reyes. “Él es tu Rey”, dice, “que te fue prometido, a quien perteneces, que es el único que te gobernará, pero en el espíritu y no según el gobierno físico”. Él es a quien has deseado desde el principio, por quien tus queridos padres han suspirado con un anhelo de corazón y por quien han llorado. Él te liberará de todo lo que hasta ahora te ha agobiado, oprimido y mantenido cautivo”.

Oh, esta es una palabra reconfortante para el corazón creyente, porque sin Cristo la persona está sujeta a muchos tiranos furiosos que no son reyes sino asesinos, a cuyas manos sufre gran miseria y miedo. Estos tiranos son, por ejemplo, el diablo, la carne, el mundo, el pecado, así como la ley y la muerte con el infierno. Por todo ello, la conciencia agitada es oprimida, es severamente encarcelada y lleva una vida amarga y ansiosa. Porque donde hay pecado, no hay buena conciencia; donde no hay buena conciencia, solo hay una vida insegura y un inextinguible temor a la muerte y al infierno. En presencia de estos, básicamente no puede existir alegría y placer en el corazón, sino como dice Levítico 26:36, “Tal corazón está aterrorizado hasta por el susurro de una hoja”.

17. Cuando un corazón recibe a este Rey con una fe fuerte, entonces está seguro y no teme ni al pecado, ni a la muerte, ni al infierno, ni a ningún otro mal; porque sabe muy bien y no duda que este Rey es un Señor sobre la vida y la muerte, el pecado y la gracia, el infierno y el cielo, y que todas las cosas están en su mano. Por eso se convirtió en nuestro Rey y vino a nosotros: para librarnos de todos esos tiranos opresivos y para gobernarnos él solo. Por lo tanto, quien esté bajo este Rey y lo considere con fe firme no puede ser dañado por el pecado, la muerte, el infierno, el diablo, los hombres ni cualquier otra criatura. En cambio, así como su Rey vive sin pecado y es bendecido, por medio de él se mantendrá vivo y será bendecido para siempre sin muerte y sin pecado.

18. Mira, cosas tan grandes se contienen en estas pequeñas palabras: “He aquí, tu Rey”. Tantos grandes tesoros son traídos por este Rey pobre y olvidado que monta un burro. La razón no ve nada de esto, ni la naturaleza lo comprende, pero la fe sí. Por lo tanto, se le llama propiamente “tu Rey”, de ti, de ti, de ti que eres impulsado y atormentado por el pecado, el diablo, la muerte y el infierno, la carne y el mundo, para que seas gobernado y conducido amorosamente bajo él en la gracia, en el Espíritu, en la vida, en el cielo, en Dios.

Con esta palabra, por lo tanto, se requiere fe para que puedas considerar seguro que él es tal Rey para ti, tiene tal reino, y viene y es proclamado con este propósito. Si no crees esto de él, nunca lo conseguirás por ninguna obra tuya. Así como lo consideras, así lo tienes. Lo que esperas de él, lo encontrarás en él. Y así como crees, así será para ti. Sin embargo, él sigue inamoviblemente siendo quien es, un Rey de la vida, de la gracia y de la salvación, lo crea o no la gente.

19. Quinto: Él “viene”. Sin duda, no vienes a él y lo buscas; él está demasiado alto y demasiado lejos de ti. Con tu esfuerzo, dolores y trabajo no puedes llegar a él, no sea que te jactes de haberlo traído a ti mismo por tu propio mérito y valor. No, querido amigo, todo mérito y dignidad es derrotado aquí, y no hay nada de tu parte sino demérito e indignidad; de su parte, nada más que gracia y misericordia. El pobre y el rico se encuentran aquí juntos, como dice Proverbios 22:2.

20. Con esto se condenan todas las enseñanzas vergonzosas sobre el libre albedrío, que provienen del Papa, las universidades y los monasterios. Porque toda su enseñanza es que debemos comenzar y poner la primera piedra. Por el poder de nuestro libre albedrío debemos primero buscar a Dios, venir a él, correr tras él y ganar su gracia. ¡Cuidado!, ¡cuidado con este veneno! No es más que la doctrina del diablo, por la que todo el mundo se extravía. Antes de que puedas invocar a Dios o buscarlo, Dios debe haber venido primero a ti y haberte encontrado, como dice Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  ¿Y cómo predicarán si no son enviados?” etc. (Romanos 10:14-15). Dios debe poner la primera piedra y comenzar en ti, si vas a buscarlo y a rezarle. Él ya está presente cuando comienzas y lo buscas. Si él no está presente, entonces no estás comenzando nada más que el puro pecado, y cuanto más grande y santa sea la obra que intentes, más grande será el pecado y te convertirás en un hipócrita empedernido.

21. Preguntas: “¿Cómo comenzaremos a ser piadosos, o qué haremos para que Dios pueda comenzar su obra en nosotros?” Respuesta: ¿No has oído que no hay trabajo ni comienzo en ti que te haga piadoso, tan poco como el aumento y la terminación está en ti? El comienzo, el avance y la terminación es solo de Dios. Todo lo que empiezas es pecado y sigue siendo pecado, no importa lo brillante que luzca. No puedes hacer nada más que pecar, no importa lo que hagas. Por lo tanto, la enseñanza de todas las escuelas y monjes es un engaño, cuando enseñan a la gente a comenzar, a rezar, a hacer buenas obras, a contribuir con dinero, a dar, a cantar, a convertirse en clérigos y a buscar la gracia de Dios a través de esas cosas.

22. Pero dices: “Entonces, ¿debo necesariamente pecar, si trabajo y vivo sin Dios, solo por mi libre albedrío, y no podría evitar el pecado, no importa lo que haga?” Respuesta: En verdad es así. Debes permanecer en el pecado, no importa lo que hagas, y todo lo que tú haces solo por tu libre albedrío es pecado. Porque si por tu propia voluntad pudieras no pecar, o pudieras hacer lo que Dios quiere, ¿para qué necesitarías a Cristo? Sería un tonto si derramara su sangre por tu pecado, si tú por ti mismo fueras tan libre y poderoso que pudieras hacer algo que no es pecado. De esto se ve cómo las universidades y monasterios con sus enseñanzas de libre albedrío y buenas obras no hacen más que oscurecer la verdad de Dios para que no sepamos qué es Cristo, qué somos nosotros y cuál es nuestra condición. Llevan al mundo entero con ellos al abismo del infierno, de modo que ya es hora de que arranquemos de la tierra todos los conventos y monasterios.

23. Aprende, entonces, de este Evangelio lo que ocurre cuando Dios empieza a hacernos piadosos y cuál es el comienzo de hacerse piadoso. No hay otro comienzo que el de que tu Rey venga a ti y empiece a trabajar en ti. Se lleva a cabo de esta manera: el evangelio debe ser lo primero de todo. Debe ser predicado y escuchado. En él escuchas y aprendes que todo lo que haces no es nada ante Dios y que todo lo que haces o empiezas es pecado. Tu Rey debe estar primero en ti y gobernarte. Ves, aquí está el comienzo de tu salvación. Renuncias a tus obras y te desesperas, porque oyes y ves que todo lo que haces es pecado y no vale nada, como te dice el evangelio, y empiezas a recibir a tu Rey por la fe, a aferrarte a él, a apelar a su gracia y a encontrar consuelo solo en su bondad.

No es por tu poder que escuchas y aceptas esto, sino por la gracia de Dios, que hace que el evangelio sea fructífero en ti para que lo creas. Porque ves cuán pocos son los que lo aceptan, de modo que Cristo por eso llora por Jerusalén. Ahora bien, nuestros papistas no solo no aceptan sino condenan esta doctrina, pues no permiten que todo lo que hacen sea pecado y nada; quieren poner la primera piedra; se enfurecen y se desquitan contra el evangelio.

24. Además, no está en tu poder ni en tu mérito hacer que se predique el evangelio y que venga tu Rey; Dios debe enviarlo por pura gracia. Por lo tanto, no existe mayor ira de Dios que cuando no envía el evangelio; solo puede haber pecado, error y oscuridad allí, no importa lo que hagas. Tampoco hay mayor gracia que donde envía su evangelio, porque allí deben ir juntos el fruto y la gracia, aunque no todos, o incluso solo unos pocos, lo acepten. Así pues, la más terrible ira de Dios está en el gobierno del Papa, de modo que San Pedro se atreve a llamarlos “hijos de la execración”, porque no enseñan ningún evangelio, sino solo la doctrina humana sobre sus propias obras, como desgraciadamente vemos y oímos en todos los conventos, monasterios y escuelas.

25. Mira, eso es lo que significa “tu Rey viene”. Tú no le buscas a él, sino que él te busca a ti. Tú no lo encuentras; él te encuentra a ti. Porque los predicadores vienen de él, no de ti. Su predicación viene de él, no de ti. Tu fe viene de él, no de ti. Y todo lo que la fe obra en ti viene de él, no de ti. Donde él no viene, tú te quedas fuera; y donde no hay evangelio, no hay Dios, sino solo pecado y perdición, no importa lo que el libre albedrío pueda o quiera hacer, sufrir, trabajar y vivir. Por lo tanto, no preguntes por dónde empezar a ser piadoso. No hay un comienzo excepto donde este Rey entra y es predicado.

26. Sexto: él “viene a ti”, ¡A ti, a ti! ¿Qué significa esto? ¿No es suficiente que él sea tu Rey? Si él es tuyo, ¿por qué necesita decir que él “viene a ti”? Pero todo esto lo dice el profeta para presentar a Cristo de la manera más deliciosa y para atraernos a la fe. No basta con que Cristo nos redima de la tiranía y el dominio del pecado, la muerte y el infierno y se convierta en nuestro Rey, sino que se entrega a sí mismo para que lo apropiemos, para que todo lo que él es y tiene sea nuestro, como escribe San Pablo: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32).

27. Así, la hija de Sión tiene dos posesiones que vienen de Cristo. La primera es la fe y el Espíritu en el corazón, por la cual ella se vuelve pura y libre de pecados. La segunda es el propio Cristo; allí puede jactarse de las posesiones dadas por Cristo, como si todo lo que Cristo es y tiene fuera suya, para que pueda confiar en Cristo como en su propia herencia. De esto dice San Pablo que Cristo es nuestro Mediador (vea Romanos 8:34). Si él es nuestro Mediador, él por su parte toma lo nuestro, y nosotros a la vez lo recibimos como propio, pues “por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30). Sobre los dos tipos de posesiones Isaías dice: “¡Consolad, consolad a mi pueblo!, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado está perdonado, que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados” (Isaías 40:1-2).

Ves, esto se llama aquí “Él viene a ti” para tu bien, para ser tuyo. Puesto que él es tu Rey, recibes de él la gracia en tu corazón, para que te ayude a salir del pecado y de la muerte y así se convierta en tu Rey y tú en su súbdito. Pero al venir a ti, él se convierte en tu posesión, de modo que obtienes el dominio de sus posesiones, así como una novia se convierte en dueña de las posesiones de su novio además de las joyas que él le pone. ¡Oh, estas son palabras agradables y reconfortantes! ¿Quién puede desesperarse y temer a la muerte y al infierno cuando cree en estas palabras y gana a Cristo como suyo?

28. Séptimo: “manso” [Mateo 21:5]. Esta palabra debe ser especialmente notada, y da mucho consuelo a la conciencia cargada de pecado. El pecado crea naturalmente una conciencia tímida, que se aterroriza de Dios y se esconde, como lo hizo Adán en el Paraíso, y no puede soportar la venida de Dios, ya que sabe y siente naturalmente que Dios es el enemigo del pecado y lo castiga severamente. Por eso huye y se aterroriza incluso cuando se nombra a Dios, y está ansioso de que le golpee inmediatamente con el garrote. Para que tales pensamientos y timidez no nos persigan, nos da la reconfortante promesa de que este Rey viene humildemente.

Es como si dijera: “No huyáis y no tengáis miedo, porque él no viene ahora como vino a Adán, a Caín, al diluvio, a Babilonia, a Sodoma y Gomorra, ni como vino al pueblo de Israel en el Monte Sinaí. No viene con ira, no quiere pedirles cuentas ni culparles. Toda la ira se deja de lado; solo queda la dulzura y la bondad. En efecto, él quiere tratarlos de tal manera que su corazón tenga placer, amor y plena confianza en él, que de ahora en adelante se aferren a él y se refugien en él mucho más de lo que antes se aterrorizaban y huían de él. Mira, él no es nada más que dulzura hacia ti. Es un hombre completamente diferente. Actúa como si se arrepintiera de haberte aterrorizado y de haberte hecho huir por su castigo y su ira. Por eso quiere volverte valiente y consolarte y llevarte amablemente a él”.

Mira, creo que esto es lo que significa hablar consuelo al corazón con una conciencia agobiada por el pecado; esto es lo que significa predicar correctamente a Cristo y proclamar el evangelio. ¿Cómo es posible que tales palabras no alegren el corazón; y alejen todo temor al pecado, a la muerte y al infierno; y establezcan una conciencia libre, segura y buena que de ahora en adelante haga y deje sin hacer todo y más de lo que se desea de ella?

29. El evangelista, sin embargo, alteró ligeramente las palabras del profeta. Las palabras del profeta decían: “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita en voz alta, hija de Jerusalén! He aquí que tu Rey viene a ti; justo y salvador es él, pobre y montado en un asno y en un pollino de asna” (Zacarías 9:9). El evangelista expresa la exhortación a la alegría y al grito dirigido a la hija de Sión y a la hija de Jerusalén brevemente con estas palabras: “Di a la hija de Sión”. Asimismo, deja fuera las palabras “justo y salvador”. De la misma manera, cuando el profeta dice: “Es pobre”, el evangelista dice: “Es manso”. Asimismo, cuando el profeta dice “en un pollino, hijo de asna”, especifica muchos asnos en plural. El evangelista dice “sobre un potro, el potro de un obrero”, o “una bestia de carga”, es decir, un burro que se utiliza diariamente para llevar cargas y trabajar. ¿Cómo armonizaremos estos relatos?

30. En primer lugar, debemos saber que los evangelistas no se vieron obligados a citar exactamente todas las palabras de los profetas. Les bastaba con dar el mismo sentido y mostrar el cumplimiento, dirigiéndonos a las Escrituras para que nosotros mismos leyéramos además lo que omiten y viéramos que no se ha escrito nada en absoluto que no se haya cumplido en abundancia. También es natural que quien tiene la realidad y el cumplimiento no preste tanta atención a las palabras como al cumplimiento. Así vemos a menudo que el evangelista cita a los profetas algo alterados, pero todo eso sucede sin perjuicio del entendimiento y el significado, como se dijo.

31. Cuando el profeta exhorta a la hija de Sión y a la hija de Jerusalén a la alegría y al grito, está dejando muy claro que la venida de este Rey es de lo más reconfortante y agradable para toda conciencia cargada de pecado, ya que les quita todo su terror y su miedo para que no huyan de él y tiemblen, como si él fuera su estricto juez y les presionara con la ley, como hizo Moisés. Así también los aterrorizó; no pudieron tener una confianza alegre y consoladora en Dios, ya que el conocimiento y la percepción del pecado provienen naturalmente de la ley. Pero el profeta los excitaría más fuertemente con esta primera palabra para que lo miraran y esperaran de él toda gracia y bondad. ¿Por qué otra razón debería exhortarles a regocijarse y ordenarles no solo que se regocijen sino también que griten y sean muy felices? Esto lo dice por mandato divino y en nombre de Dios a todos los que están en la tristeza, el miedo y la angustia ante Dios. Así muestra que es la voluntad y la plena intención de Dios, y al hacerlo les ordena que, en contra de su miedo y terror natural, tengan una confianza alegre hacia él. Y esta es realmente la voz natural del evangelio, que el profeta aquí comienza a proclamar, así como Cristo siempre habla en el evangelio y como los apóstoles en todas partes exhortan a la gente a regocijarse en Cristo, como oiremos a menudo después. Cualquiera que sea el significado de que viene del Monte de los Olivos, como si uno se debiera notar que esta gracia quisiera levantar una montaña de gracia frente a la grandeza del mal, que no es una gota o un puñado como lo fue en el pasado, sino una gracia que está desbordada e inmensa, como la montaña.

32. Nombra al pueblo dos veces, pero el evangelista solo dice una vez, “Hija de Sión”, porque es un pueblo, la hija de Sión y la hija de Jerusalén, a saber, el pueblo de la misma ciudad, que cree en Cristo y lo recibe. El evangelista no incita a la alegría de la misma manera que el profeta, sino que simplemente dice, “Dile a la hija de Sión”. Lo hace para expresar cómo se producirá el gozo y el grito, para que nadie espere un gozo corporal, sino más bien un gozo espiritual, un gozo derivado solo de decir y escuchar por la fe del corazón. Según la apariencia corporal, no había nada de alegría en la pobre entrada de Cristo; por eso su entrada espiritual debe ser predicada y creída, es decir, su gentileza, que nos hace felices y contentos.

33. El hecho de que el profeta le dé a Cristo tres títulos: “manso, justo y salvador”, mientras que el evangelista solo tiene uno: “manso”, se hace en aras de la brevedad; quiere mostrar más que explicar. Me parece que el Espíritu Santo dejó que los apóstoles y los evangelistas abreviaran pasajes de las Escrituras para mantenernos cerca de las Escrituras puras, y para no dar ejemplo a futuros intérpretes que hablan copiosamente aparte de las Escrituras y, de ese modo, nos llevan en secreto de las Escrituras a las doctrinas humanas. Es como si el Espíritu Santo dijera: “Si extiendo la Escritura, todos seguirán ese ejemplo. Entonces sucederá que la gente leerá más en otros libros que en el mío, como libro principal, y no habrá fin de la escritura de libros, de modo que la gente irá constantemente de un libro a otro, hasta que finalmente pierda la Escritura, como en efecto ha sucedido”. Por lo tanto, con esta abreviación de los pasajes quiere llevarnos solo al libro original donde están contenidos en mayor extensión y en su totalidad, de modo que no hay necesidad de que cada uno haga un libro separado y deje este primero.

34. Así vemos también que es la intención de todos los apóstoles y evangelistas de todo el Nuevo Testamento perseguirnos y llevarnos al Antiguo Testamento, que es lo único que llaman “Sagrada Escritura”. Porque el Nuevo Testamento debe ser realmente solo palabras físicas y vivas y no escritura. Por esa razón también Cristo no escribió nada, sino que dio el mandato de predicar y promover el evangelio oralmente, lo que antes había estado oculto en las Escrituras.

35. Sin embargo, en el idioma hebreo las dos palabras “pobre” y “manso” no suenan muy diferentes y significan la clase de hombre pobre que no carece de dinero y propiedades, sino que en su corazón es miserable y humilde, en el que ciertamente no se encuentra ira ni altivez, sino solo mansedumbre y simpatía. Y si queremos tener el pleno significado de esta palabra, lo mejor es sacarlo del Evangelio de Lucas, donde describe que, cuando Cristo entró, lloró y se lamentó por Jerusalén.

Como ves, la conducta de Cristo muestra el significado de las palabras “pobre” y “manso”. ¿Cuál es su conducta? Su corazón está lleno de dolor y compasión hacia Jerusalén. No hay ira ni venganza, así que por su gran gentileza incluso llora por la destrucción de sus enemigos. Nadie fue tan malvado como para que le hiciera daño o deseara hacerlo. Su dolor lo hace tan suave y gentil que no piensa en la ira, la altivez, la amenaza o la venganza, sino que solo presenta compasión y buena voluntad. Mira, esto es lo que el profeta llama “pobre” y el evangelista, “manso”. Bienaventurado el que conoce y cree a Cristo de esta manera, porque no puede tener miedo de él, sino que debe tener una confianza abierta y reconfortante en él y acceso a él. No está decepcionado, porque como cree, así lo encuentra. Estas palabras no mienten ni engañan.

36. La palabra “justo” no debe ser entendida aquí de la justicia con la que Dios juzga, lo que la gente llama la “estricta justicia de Dios”. Porque si Cristo viniera a nosotros con eso, ¿quién se quedaría ante él? ¿Quién podría recibirlo, ya que ni siquiera los santos pueden soportarlo? De esa manera el gozo, el deleite y el amor de su entrada se convertiría en el mayor temor y terror. Más bien, significa la gracia por la cual él nos justifica. Desearía que las pequeñas palabras justus [“justo, recto”] y justitia [“justicia, rectitud”] nunca se hubieran usado en alemán para la estricta justicia judicial, ya que significan propiamente “piadoso” y “piedad”. Cuando decimos en alemán que es un hombre piadoso [ein fromm Mann], las Escrituras dicen que es justus, “justo” o “recto”. Pero las Escrituras llaman a la estricta justicia de Dios “severidad”, “juicio” o “rectitud”.

Por lo tanto, el profeta debe entenderse aquí como diciendo: “Tu Rey viene a ti justo” o “piadoso”; es decir, viene a hacerte piadoso a través de él y de su gracia. Él sabe bien que no eres piadoso. Tu piedad no debe consistir en tus acciones, sino en su gracia y don, para que seas justo, o piadoso, por él. Así es como habla San Pablo: “Solo él es justo y el que justifica” (Romanos 3:26). De la misma manera: “En el evangelio se revela la justicia de Dios” (Romanos 1:17); es decir, en alemán, se predica en el evangelio la piedad de Dios, es decir, su gracia y misericordia, por la cual nos hace piadosos ante él. Lo mismo se ve en esta afirmación del profeta, que Cristo se nos predica para la piedad, que viene a nosotros piadoso y justo, y que por medio de él debemos llegar a ser piadosos y justos en la fe.

37. Obsérvese este punto diligentemente, que siempre que se encuentren en la Escritura las palabras “justicia de Dios”, no debes entenderlas de la justicia propia e intrínseca de Dios, como han sostenido erróneamente los papistas y muchos de los santos padres, de la que de otro modo tendrías miedo. Pero sepas que, según el uso de la Escritura, significa la gracia y la misericordia de Dios derramada en nosotros por medio de Cristo, de la que somos considerados piadosos y justos ante él. Y se llama la justicia o la piedad de Dios porque no somos nosotros, sino Dios quien la obra en nosotros, así como “la obra de Dios”, “la sabiduría de Dios”, “la fuerza de Dios”, “la palabra de Dios”, “la boca de Dios” significa lo que él obra y habla en nosotros. Todo esto lo demuestra San Pablo claramente: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios” (nota: que obra en nosotros y nos fortalece) “para la salvación de todos los que creen en él”. “Porque en él se revela la justicia de Dios, como está escrito: El justo vive por su fe” (Romanos 1:16-17). Aquí se ve que habla de la justicia de la fe y la llama la “justicia de Dios” predicada en el evangelio, ya que el evangelio no enseña otra cosa que esto, que el que cree tiene gracia y es justo ante Dios y se salvará. De la misma manera debes entender las palabras “por tu justicia líbrame” (Salmo 31:1), es decir, con tu gracia, que me hace piadoso y justo, y otras similares.

La palabra “salvador” nos obliga a aceptar esto como el significado de la pequeña palabra “justo”. Porque si Cristo viniera con su estricta justicia, no salvaría a nadie, sino que condenaría a todos, ya que todos son pecadores e injustos. Pero ahora no solo viene a hacer piadoso y justo, sino también a salvar a todos los que le aceptan, de modo que solo él es el justo y el Salvador, ofrecido con gracia a todos los pecadores por su inmerecida mansedumbre y bondad.

38. Cuando el evangelista llama al burro “bestia de carga”, está describiendo el tipo de burro del que habla el profeta. Es como si dijera: “La profecía se cumple en este burro que es capaz de llevar una carga”. No se trataba de un burro especial entrenado para este propósito, como es costumbre en esa tierra que los burros fueran entrenados para montar, así que muy humildemente se cumplió esta profecía. Y cuando el profeta habla de “las burras”, como si fuera el pollino de muchas burras, quiere decir que era el tipo de pollino que tienen las burras, no el potro de un caballo.

[SEGUNDO,] EN CUANTO A LAS BUENAS OBRAS

39. Es suficiente para la primera parte, sobre la fe. Ahora llegamos a la segunda parte, a las buenas obras. Recibimos a Cristo no solo como un regalo por la fe, sino también como un ejemplo a través del amor hacia nuestro prójimo, al que debemos prestar servicio y hacer el bien como Cristo lo hace con nosotros. La fe trae y da a Cristo a ti como tuyo con todas sus posesiones. El amor te da a tu prójimo con todas tus posesiones. Estas dos cosas constituyen una verdadera y completa vida cristiana; luego sigue el sufrimiento y la persecución por tal fe y amor; y de estos crece la esperanza en la paciencia.

40. Te preguntas, tal vez, ¿cuáles son las buenas obras que debes hacer por tu prójimo? La respuesta es que no tienen nombre. Así como las buenas obras que Cristo hace por ti no tienen nombre, así las buenas obras que tú haces por tu prójimo no pueden ni deben tener nombre.

41. ¿Cómo se las conocerán? Respuesta: No tienen nombre para que no haya distinción y no se dividan, para que hagas una parte y dejes algo sin hacer. Más bien, debes entregarte por completo a tu prójimo con todo lo que tienes, así como Cristo no solo oró o ayunó por ti. La oración y el ayuno no son las obras que él hizo por ti, sino que él se entregó totalmente a ti, con la oración, el ayuno, todas las obras y el sufrimiento, para que no haya nada en él que no sea tuyo y no se haya hecho por ti. Así que, no es tu buena obra que des alguna limosna o que reces, sino que te entregues completamente a tu prójimo y le sirvas, dondequiera que necesite y donde puedas, ya sea con limosnas, oración, trabajo, ayuno, consejos, consuelo, instrucción, amonestación, reprensión, perdón, vestido, alimento y, finalmente, incluso con sufrir y morir por él. Dime, ¿dónde se encuentran ahora tales obras en la cristiandad?

42. Ojalá tuviera una voz como un trueno para poder predicar a todo el mundo y arrancar las pequeñas palabras “buenas obras” de los corazones, bocas, oídos y libros de toda la gente, o al menos darles la comprensión correcta de esas palabras. Todo el mundo canta, habla, escribe y piensa en las buenas obras. Cada sermón es sobre las buenas obras. Todos los monasterios, todos los conventos, todo el mundo reclaman buenas obras. Todos quieren ocuparse de las buenas obras. Sin embargo, las buenas obras no se hacen de ninguna manera; de hecho, nadie sabe nada de ellas. ¡Oh, que todos los púlpitos del mundo entero se incendiaran y se redujeran a cenizas! ¡Cómo engañan a la gente con buenas obras! Llaman buenas obras a lo que Dios no ha mandado, como las peregrinaciones; el ayuno para honrar a los santos; la construcción y decoración de iglesias; la dotación de misas y vigilias; el rezo de rosarios; mucho parloteo y aullidos en la iglesia; el hacerse monje, monja o sacerdote; el uso de alimentos, ropas o lugares especiales, ¿quién puede enumerar todas las horribles abominaciones y engaños? Este es el gobierno y la santidad del Papa.

43. Si tienes oídos para oír y una mente para observar, escucha y aprende, por el amor de Dios, lo que son y significan las buenas obras. Una buena obra es buena porque es útil y beneficia y ayuda a la persona por la cual se hace. ¿Por qué otra razón debería llamarse buena? Porque hay una diferencia entre las buenas obras y las grandes, altas, numerosas y hermosas obras. Cuando se lanza una gran piedra a gran distancia, es una gran obra, pero ¿para quién es útil y buena? Si puedes saltar, correr y justar bien, es una buena y hermosa obra, pero ¿para quién es útil y buena? ¿Para quién es útil cuando te pones una vestimenta costosa o construyes una casa hermosa?

44. Vengo a la obra de nuestros papistas: ¿Para quién es útil cuando cubres de plata u oro las paredes, piedra y madera en las iglesias? ¿Quién sería mejor si cada pueblo tuviera diez campanas tan grandes como la de Erfurt? ¿Quién se beneficiaría si todas las casas no fueran más que conventos y monasterios tan costosos como el templo de Salomón? ¿Quién recibe ayuda si ayunas por Santa Catalina, por San Martín, o por este o aquel santo? ¿Para quién es útil que te esquilen entero o a medias, que lleves una capucha gris o negra? ¿A quién se le ayudaría si toda la gente celebrara la misa cada hora? ¿De qué sirve que, en una iglesia, como en Meissen, canten día y noche sin interrupción? ¿A quién le mejoraría que cada iglesia estuviera más llena de plata, cuadros y joyas que en Halle o Wittenberg? Eso es una locura y un engaño. La mentira humana inventó estas cosas y las llamó buenas obras; afirman servir a Dios con estas cosas y rezar por la gente y sus pecados, como si Dios fuera ayudado por nuestra propiedad o como si sus santos necesitaran de nuestro trabajo. Los palos y las piedras no son tan ignorantes y locos como nosotros. Un árbol da frutos no para sí mismo, sino para el bien de las personas y los animales, y estos frutos son sus buenas obras.

45. Por lo tanto, escucha cómo Cristo explica las buenas obras: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la Ley y los Profetas” (Mateo 7:12). ¿No oyes cuál es el contenido de toda la Ley y de todos los profetas? No debes hacer el bien a Dios y a sus santos difuntos, que no tienen necesidad de ello. Y menos aún a la madera y la piedra, a las que no sirve ni se necesita, sino a la gente. ¿No oyes? A la gente debes hacerle todo lo que quieras que te hagan.

46. Sin duda no me gustaría que me construyeras una iglesia o una torre o que me pusieras campanas. No me gustaría que me construyeras un órgano con catorce registros y diez filas de tubos. No puedo comer ni beber esas cosas, no puedo mantener a mi esposa ni a mi hijo, ni conservar mi casa ni mi tierra. Puedes agasajar mis ojos con estas cosas y hacerme cosquillas en los oídos con ellas, pero ¿qué les daré a mis hijos? ¿Qué hay de mis necesidades? ¡Oh, locura, locura! Además, los obispos y los príncipes, que deberían reprimir tales cosas, son los primeros en tal locura, y un ciego guía a otro. Tales personas me recuerdan a las niñas jugando con muñecas y a los niños montados en palos. En efecto, ¡no son más que niños que juegan con muñecas y montan en palos!

47. Ten presente que no tienes que hacer ningún bien a Dios y a sus santos difuntos, sino solo conseguir, buscar, pedir y recibir el bien de él con fe. Cristo ha hecho y cumplido todo por ti, ha pagado por tus pecados, ha asegurado la gracia, la vida y la salvación. Conténtate con él, y solo piensa en cómo puedes traerlo más y más dentro de ti y fortalecer esta fe. Por lo tanto, dirige todo lo que puedas hacer y toda tu vida a este fin: que sea bueno. Es bueno cuando es útil para otras personas y no para ti mismo. No lo necesitas, ya que Cristo ha hecho y dado por ti todo lo que puedas buscar y desear para ti mismo, aquí y en el futuro, ya sea el perdón de los pecados, el mérito de la salvación o como quiera que se llame. Si descubres que tienes una obra que haces en beneficio de Dios o de sus santos o de ti mismo y no solo para tu prójimo, sepas que esa obra no es buena.

48. El hombre debe vivir, hablar, actuar, oír, sufrir y morir por el amor y el servicio de su mujer y de su hijo, la mujer por el marido, los hijos por los padres, los criados por sus amos, los amos por sus criados, el gobernante por sus súbditos, los súbditos por su gobernante, cada uno por su prójimo, incluso por sus enemigos, de modo que siempre uno sea la mano, la boca, el ojo, el pie, incluso el corazón y la mente del otro. Estas son obras verdaderamente cristianas y naturalmente buenas, que pueden y deben realizarse incesantemente en todo momento, en todo lugar, hacia todas las personas. Por lo tanto, ves que las obras de los papistas en cuanto a tocar los órganos, cantar, vestirse, tocar las campanas, quemar incienso, rociar agua bendita, hacer peregrinaciones, ayunar, etc., son realmente hermosas, grandes, numerosas, altas, amplias y voluminosas, pero no hay en ellas ninguna obra buena, útil y provechosa, por lo que bien puede hablarse del proverbio sobre ellas: “Es bellamente malo”.

49. Pero cuidado con sus agudas sutilezas, cuando dicen: “Si estas obras no son buenas o útiles para nuestro prójimo en su cuerpo, son espiritualmente útiles para su alma, ya que sirven a Dios y le propician y aseguran su gracia”. Aquí es el momento de decir, “Estás diciendo mentiras tan amplias como tu boca”. A Dios no se le sirve con obras, sino con fe. La fe debe hacer todo lo que debe hacerse entre Dios y nosotros. El que tiene fe puede rezar por sus semejantes. Aquel que no tiene fe no puede rezar por nada.

Por lo tanto, es una verdadera mentira diabólica considerar tal pompa exterior como espiritualmente útil y buena. La doncella de un molinero, si cree, hace más bien, logra más, y yo confiaría más en ella si solo le quita el saco al burro que todos los sacerdotes y monjes si se cantan hasta la muerte día y noche y se atormentan hasta sangrar. Tontos estúpidos, ¿quieren ayudar a la gente con su vida sin fe y distribuir bienes espirituales, aunque no hay en la tierra más miserables, necesitados y sin Dios que ustedes? No deberían ser llamados “espirituales”, sino “sin espíritu”.

50. Mira, Cristo enseña estas buenas obras aquí con su ejemplo. Dime, ¿qué hace para ser útil y bueno para sí mismo? El profeta lo dirige todo a la hija de Sión y dice: “Él viene a ti”, y su venida como justo, Salvador y gentil es todo para ti, para justificarte y salvarte. Nadie le había pedido o llamado. Viene libremente, por sí mismo, por puro amor, solo para hacer el bien y ser útil y provechoso.

Ahora bien, su obra no es de una sola clase sino de todas las clases, es decir, abarca todo lo necesario para justificarte y salvarte. Pero la justificación y la salvación incluyen que él te libera del pecado, de la muerte y del infierno, y lo hace no solo para sus amigos sino también para sus enemigos —sí, meros enemigos—, pero lo hace con tanta ternura que llora por aquellos que no le permiten hacer tan buena obra por ellos y no lo aceptan. Por lo tanto, arriesga todo lo que tiene y es para poder borrar su pecado, conquistar la muerte y el infierno, y justificarlos y salvarlos. No retiene nada para sí mismo y se contenta con tener ya a Dios y ser bendecido. Por eso solo nos sirve a nosotros según la voluntad de su Padre, que quiso que lo hiciera.

51. Mira, entonces, si él cumple la Ley: “Lo que quieras que te hagan los demás, hazlo tú a ellos”. ¿No es cierto que todo el mundo desea sinceramente que otro se ponga delante de su pecado, lo tome sobre sí mismo y lo borre, para que no le pique más la conciencia, y además lo libere de la muerte y lo libere del infierno? ¿Qué es lo que todos desean más profundamente que ser libres de la muerte y del infierno? ¿Quién no se alegraría de estar sin pecado y tener una conciencia buena y alegre ante Dios? ¿No vemos cómo todas las personas se han esforzado por esto con la oración, el ayuno, las peregrinaciones, la contribución de dinero, el monacato y el oficio de sacerdote? ¿Quién los obliga? Es el pecado, la muerte y el infierno, de los que les gustaría estar a salvo. Y si hubiera un médico en el fin del mundo que pudiera ayudar con esto, todas las tierras quedarían desiertas, y todos correrían a este médico y arriesgarían sus propiedades, cuerpo y vida para hacer el viaje.

Y si Cristo mismo estuviera rodeado por la muerte, el pecado y el infierno, como nosotros, desearía que alguien lo liberara de ello, le quitara el pecado y le diera una buena conciencia. Como quiere que otros hagan esto por él, procede y lo hace por otros, como dice la ley. Él entra en nuestro pecado, entra en la muerte, y vence por nosotros tanto el pecado, como la muerte y el infierno, de modo que en adelante todos los que crean en él e invoquen su nombre serán justificados y salvos, estarán sin pecado y sin muerte, y tendrán una buena, alegre, segura, intrépida y bendita conciencia para siempre, como dice: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8:51); y “Yo soy la resurrección y la vida”. “El que cree en mí no morirá jamás, y aunque muera, vivirá” (Juan 11:25-26).

52. Esta es la gran alegría a la que el profeta exhorta cuando dice: “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén!”. Esta es la justicia y la salvación por la que este Salvador y Rey viene. Estas son las buenas obras hechas para nosotros por las cuales él cumple la ley. Por lo tanto, la muerte de los creyentes cristianos no es una muerte sino un sueño, ya que no ven ni prueban la muerte, como dice Cristo aquí. De esto dice el Salmo 4:8: “En paz me acostaré y asimismo dormiré, porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Por eso inclusive la muerte se llama un sueño en la Escritura.

53. Pero los papistas y sus discípulos, que quieren escapar de la muerte, el pecado y el infierno por las obras y la satisfacción, deben seguir haciéndolas eternamente. Porque presumen de hacer de sí mismos lo que solo Cristo hizo y pudo hacer, de quien deberían haberlo esperado por fe. Por lo tanto, son gente engañada y necia que hacen obras como un servicio a Cristo y a sus santos, que deberían hacer por sus prójimos. Una vez más, quieren encontrar en sí mismos lo que deberían haber esperado de Cristo por la fe, y han llegado tan lejos finalmente que gastan en piedra y madera, en campanas e incienso lo que deberían gastar en su prójimo. Siguen adelante y hacen mucho bien a Dios y a sus santos, ayunan por ellos y les conceden horas [de oración], y al mismo tiempo dejan a su prójimo tal como está, pensando solo: “¡Primero ayudémonos a nosotros mismos!”. Luego viene el Papa y les vende sus bagatelas y sus cartas y los lleva por la boca al cielo, no al cielo de Dios, sino al cielo del Papa, es decir, al abismo del infierno. Este es el fruto de la incredulidad y de la ignorancia de Cristo; esta es nuestra recompensa por haber dejado el evangelio en la oscuridad y haber puesto la doctrina humana en su lugar. Digo una vez más: quisiera que todos los púlpitos en el mundo quedaran en el fuego con los monasterios, conventos, iglesias, claustros y capillas, y todos fueran cenizas y polvo, debido a este terrible engaño de las pobras almas.

54. Mira, ahora sabes lo que son las buenas obras. Piensa en ello y actúa de acuerdo con ello. En cuanto a tu pecado, la muerte y el infierno, ten cuidado de no añadirles nada, porque no puedes hacer nada aquí; tus buenas obras no servirán de nada; debes dejar que otro haga el trabajo por ti. Tales obras pertenecen propiamente a Cristo, y son suyas para hacerlas. Debes dejarle este versículo a él, que es el Rey de Sión que viene, que solo él es el justo y Salvador. En él y por él borrará el pecado y la muerte por medio de la fe. Por lo tanto, si alguien te enseña a borrar tu propio pecado por las obras, ten cuidado con él.

55. Si citan algunos pasajes de la Escritura en contra de esto, como Daniel 4:27: “Redime tus pecados con justicia” y 1 Pedro 4:8 “el amor cubrirá multitud de pecados” y otros similares, entonces sé sabio. Porque tales pasajes no significan que las obras puedan borrar o hacer satisfacción por el pecado, pues esto robaría a Cristo este pasaje y toda su entrada y negaría todas sus obras. Más bien, tales pasajes significan que estas obras son un signo seguro de fe, que de Cristo recibe la victoria sobre todos los pecados y la muerte. Porque es imposible para el que cree en Cristo como su justo Salvador no amar y hacer el bien. Sin embargo, si no hace el bien o no ama, entonces es seguro que la fe no está presente. Por lo tanto, puedes saber por los frutos qué clase de árbol es, y el amor y las obras muestran qué clase de Cristo está en él y que cree en Cristo. Como dice también San Pedro: “Por tanto, hermanos, procurad con diligencia hacer firme vuestra vocación y elección” (2 Pedro 1:10); es decir, que cuando practican vigorosamente las buenas obras, están seguros y no pueden dudar de que Dios les ha llamado y elegido.

56. Así, la fe borra el pecado de una manera diferente del amor. La fe lo borra solo con su propia acción, mientras que el amor o las buenas obras prueban y demuestran que la fe lo ha hecho y está presente, como se atreve a decir San Pablo: “Si tuviera toda la fe para mover montañas, pero no tuviera amor, no sería nada” (1 Corintios 13:2). ¿Por qué? Sin duda porque la fe no está presente donde no hay amor; no están separados la una del otro. Por lo tanto, procura no equivocarte y alejarte de la fe para hacer obras.

57. Debemos hacer buenas obras, pero nuestra confianza no debe basarse en ellas, sino en la obra de Cristo. No debemos atacar el pecado, la muerte y el infierno con nuestras obras, sino enviarlas lejos de nosotros al justo Salvador, al Rey de Sión, que monta en el burro. Él sabe cómo tratar el pecado, la muerte y el infierno: Mata el pecado, ahoga la muerte y devora el infierno. Que ese hombre se ocupe de tales asuntos, y aplica tus obras a tu prójimo, para que tengas un testimonio seguro de fe en el Salvador que mata la muerte. Así que el amor y las buenas obras borrarán tu pecado también ante ti, para que te des cuenta, así como la fe lo borra ante Dios cuando no te das cuenta. Pero más de esto más tarde.

[TERCERO,] LA HISTORIA Y EL SIGNIFICADO SECRETO

58. En el relato de esta lectura del Evangelio, debemos mirar primero el significado y la razón por la que el evangelista cita las palabras del profeta, que describió hace mucho tiempo y de forma clara (con palabras muy excelentes y maravillosas) la venida y entrada corporal y pública de nuestro Señor Cristo a su pueblo de Sión o Jerusalén (como dice el texto). Con ello, el profeta quiso mostrar y explicar a su pueblo y a todo el mundo quién sería el Mesías y cómo y de qué manera vendría y se mostraría, y ofrece un signo público y visible de ello cuando dice: “Mira que tu Rey viene a ti, pobre y montado en un asno”, etc., para que estuviéramos seguros de ello y no perdiéramos al Mesías prometido o a Cristo, ni esperáramos a otro.

Con sus palabras se pone en acción para refutar la idea equivocada de los judíos, que pensaban que, debido a que había cosas tan gloriosas escritas y dichas sobre Cristo y su reino, se mostraría en gran pompa y gloria mundana pública, como Rey contra sus enemigos, especialmente el Imperio Romano, bajo cuyo poder estaban cautivos, y derrotaría su poder y hombres poderosos y en su lugar establecería a los judíos como señores y príncipes. Así pues, no esperaban ni anhelaban nada del Cristo prometido, sino un reino mundano y la liberación del cautiverio corporal. Aún hoy se aferran a tal sueño, y por lo tanto no quieren creer en nuestro Cristo, porque no han visto ni alcanzado tal liberación corporal y poder mundano. Fueron conducidos a esta noción y fortalecidos en ella por sus falsos predicadores, los escribas y los sacerdotes, que distorsionaron las Escrituras sobre Cristo y las interpretaron según su propio entendimiento carnal como referidas a cosas corporales y mundanas, porque querían ser grandes señores mundanos sobre los demás.

59. Pero los queridos profetas profetizaron claramente contra esto y advirtieron fielmente que no deberían haber pensado en tal reino terrenal o en la liberación corporal, sino que deberían haber mirado hacia atrás y prestado atención a las promesas del reino espiritual y de una liberación de la terrible caída de la raza humana en el Paraíso. Allí se dijo: “En la hora en que comas del árbol prohibido, morirás de seguro” (Génesis 2:17). También en contra de esto está la primera promesa dada sobre Cristo, que la Simiente de la mujer pisoteará la cabeza de la serpiente, (Génesis 3:15), etc. Es decir, nos librará del poder y de la prisión del diablo, en la cual él mantiene a la fuerza a toda la raza humana bajo el pecado y la muerte eterna, y en su lugar nos llevará a la justicia divina y a la vida eterna. Por lo tanto, el profeta también lo llama “justo y con salvación”. Esta es verdaderamente una liberación diferente a cualquier libertad, poder y gloria corporal, que terminan con la muerte, bajo la cual todo debe permanecer eternamente.

Deberían haber considerado esto y haberse regocijado por ello, ya que los queridos profetas con gran deseo de corazón suspiraron y rezaron por ello, y este profeta exhorta a tan gran alegría y gritos. Pero ellos y sus desvergonzados predicadores solo hicieron de esta miseria e infelicidad algo corporal, como si fuera una broma sobre el pecado y la muerte o el poder del diablo, y consideraron como la mayor desgracia que perdieran su libertad corporal y se vieran sometidos al emperador y obligados a pagarle impuestos.

60. Por lo tanto, el evangelista cita este dicho del profeta para reprender la ceguera y las falsas nociones de todos los que buscan las cosas corporales y temporales en Cristo y en el evangelio, y para convencerlos por el testimonio del profeta, que muestra claramente qué clase de rey es Cristo y qué deben buscar en él. Lo llama “justo y salvador”, y sin embargo añade este signo de su venida por el que deben conocerlo y recibirlo: “Él viene a ustedes, pobre, y se sienta en un joven burro”, como si quisiera decir: “Un pobre, miserable, casi mendigo jinete en un burro prestado de otro, uno mantenido al lado de la vieja burra de trabajo no por ostentación sino solo para cargar”. Lo hace para que dejen de mirar y esperar la gloriosa entrada de un rey mundano. Y les da tal señal solo para que no tengan dudas sobre Cristo ni se ofendan por su pobre apariencia. Toda la pompa y el esplendor deben ser quitados de la vista, y el corazón y los ojos dirigidos y clavados a este pobre jinete, que sale tan pobre y miserable y se vacía de toda forma real, para que no busquen en él cosas corporales y temporales sino cosas eternas, como indican las palabras “justo y con salvación”.

61. Este versículo, primero, clara y poderosamente golpea el sueño y la noción judía sobre un reino mundano del Mesías y sobre la liberación corporal. Quita cualquier razón y pretexto que les excusara de no aceptar a Cristo, y corta toda esperanza y expectativa de otro, porque anuncia y exhorta clara y distintamente que él vendría de esa manera y que lo ha cumplido todo. Así, contra los judíos, los cristianos tenemos una base firme y una prueba segura, y una prueba de su propia Escritura, de que este Mesías, que así vino a ellos, es el verdadero Cristo predicho por los profetas, y que ningún otro vendrá jamás, y que en la vana esperanza de la venida de otro se pierden tanto su liberación temporal como la eterna.

62. Ya es suficiente sobre la historia. Ahora veamos también su significado oculto o espiritual. Aquí debemos saber que todos los viajes corporales y los viajes de Cristo significan su viaje espiritual. Su caminar corporal, por lo tanto, significa el evangelio y la fe. Porque, así como con sus pies corporales caminó de un pueblo a otro, así con la predicación vino a todo el mundo. Por lo tanto, esta lección muestra bien lo que es el evangelio y cómo debe ser predicado, lo que hace y los efectos en el mundo. Esta historia es al mismo tiempo una fina y agradable imagen de cómo esto ocurre en el reino de Cristo a través del oficio de la predicación. Consideraremos esto punto por punto.

 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos

63. Todos los apóstoles dicen que Cristo se hizo hombre al final del mundo y que el evangelio sería lo último que se predicaría. “Hijitos, ya es el último tiempo. Según vosotros oísteis que el Anticristo viene”, etc. “ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo” (1 Juan 2:18), etc. Se llama aquí el Anticristo, el cual ahora se llama en alemán el Cristo del final; pero anticristo en griego se llama uno contra Cristo, que enseña y hace contrario al Cristo legítimo; por eso lo he traducido como anticristo, como debe traducirse al alemán, ya que Cristo final no es correcto.  Otra vez: “Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales” (1 Corintios 10:11). Por lo tanto, así como los profetas vinieron antes de la primera venida de Cristo en su humanidad, así los apóstoles son los últimos mensajeros de Dios, enviados antes de la venida final y del Día final, para que puedan proclamar diligentemente lo mismo (que es lo que también hacen). Cristo lo indica al no enviar a sus discípulos a buscar el burro hasta que se acercó a Jerusalén, donde ahora debía entrar. Así, el evangelio es traído al mundo por los apóstoles poco antes del día final, cuando Cristo entrará con los suyos en la Jerusalén eterna.

64. Esto concuerda con la palabra ‘Betfagé’, que significa, como algunos dicen en alemán, una casa de la boca, pues Pablo dice que el evangelio fue ‘prometido de antemano en la Sagrada Escritura’ (Romanos 1:2), pero no fue predicado oral y públicamente hasta que Cristo vino y envió a sus apóstoles. Por lo tanto, la iglesia es una casa de la boca, no una casa de la pluma, ya que desde el advenimiento de Cristo el evangelio se predica oralmente, mientras que antes estaba oculto en los libros escritos.

La naturaleza del Nuevo Testamento y del evangelio es que debe ser predicado e instado oralmente con una voz viva. Cristo mismo no escribió nada, ni ordenó que se escribiera, sino que se predicara oralmente. Así que los apóstoles no fueron enviados hasta que Cristo vino a la casa de la boca, es decir, hasta que llegó el momento de predicar oralmente y llevar el evangelio de la escritura y la pluma muertas a la voz y la boca vivas. A partir de ese momento la iglesia es llamada con razón “Betfagé”, ya que tiene y escucha la voz viva del evangelio

65. Y el envío muestra que el reino de Cristo existe en el oficio de la predicación pública y oral, que no debe detenerse y permanecer en un solo lugar, pues hasta ahora solo estaba oculto entre los judíos en la Escritura y fue prometido en el futuro por los profetas, sino que va públicamente, libre y sin obstáculos, a todo el mundo.

66. “El Monte de los Olivos” significa la gran gracia y misericordia de Dios, por la cual los apóstoles fueron enviados y el evangelio fue traído. Pues “aceite” en la Escritura significa la gracia y la misericordia de Dios, por las cuales el alma y la conciencia son consoladas y sanadas, así como el aceite alivia, o suaviza y cura, las heridas y lesiones del cuerpo. Y de lo que se dijo anteriormente, vemos qué gracia indecible es que conozcamos y tengamos a Cristo, el justo Salvador y Rey. Por lo tanto, él no comienza a enviarlos a la llanura plana, ni a una montaña árida y rocosa, sino al Monte de los Olivos, para mostrar a todo el mundo la misericordia que lo impulsó a enviar tal gracia. No hay simplemente una gota o un puñado de ella, como antes, sino que por su gran abundancia podría llamarse “montaña”. El profeta también llama a tal gracia “el monte de Dios” y dice: “Tu justicia es como los montes de Dios” (Salmo 36:6), es decir, “grande y abrumadora, abundante y desbordante”. Esto puede entenderse fácilmente cuando uno considera lo que significa que Cristo carga y vence nuestro pecado, muerte e infierno y hace todo lo que es necesario para nuestra salvación. No nos deja hacer nada por ello, sino que debemos practicarlo con nuestro prójimo, y probar si tenemos tal fe en él o no. Así, el Monte de los Olivos significa que el evangelio no fue predicado ni enviado hasta que llegó el tiempo de gracia. A partir de este momento, la gran gracia sale al mundo a través de los apóstoles.

Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros”.

67. Estos “dos discípulos” representan a todos los apóstoles y predicadores que han sido enviados al mundo. Esto se debe a que la predicación evangélica se mantiene firme con dos testigos, como dice Pablo: “Se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas” (Romanos 3:21). Así vemos cómo también los apóstoles introducen siempre la Ley y los profetas, que profetizaron de Cristo, para que se observara lo que dijeron Moisés y Cristo: “Para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16; vea Deut. 19:15).

68. Pero cuando dice: “Id a la aldea que está delante de vosotros”, sin mencionar el nombre, esto significa que los apóstoles no son enviados a una sola nación, ya que los judíos anteriormente fueron separados por Dios de los gentiles y solo ellos llevaban el nombre de “pueblo de Dios”, y solamente ellos tenían la palabra de Dios y la promesa del Cristo venidero. Pero ahora que Cristo viene, envía a sus predicadores a todo el mundo y les ordena que vayan directamente y prediquen de él en todas partes, a todos los paganos y a cualquiera que se presente ante ellos, y que reprendan, enseñen y exhorten sin distinción, sin importar cuán grandes, eruditos, sabios y santos sean. Cuando llama a la gran ciudad de Jerusalén una aldea, sin mencionar su nombre, lo hace por la razón de que el nombre “Jerusalén” tiene un significado sagrado. El reino de los cielos y la salvación son la Jerusalén espiritual en la que Cristo entra. Pero los apóstoles fueron enviados al mundo entre sus enemigos, que no tienen nombre.

69. El Señor aquí consuela y fortalece a los apóstoles y a todos los predicadores. Es como si dijera: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos” (Mateo 10:16).  Les envío al mundo, que está contra ustedes y parece ser algo grande, pues hay muchos reyes, príncipes, doctos, ricos, y todo lo que es grande en el mundo y se considera algo. Y como dice en Mateo 10:22: “Seréis odiados por todos por causa de mi nombre”. Pero no tengan miedo. Continúen. No es más que una aldea. No se dejen conmover por las grandes apariencias. Prediquen severamente contra ella y no teman a nadie. Se decreta aquí que este pueblo está “en contra” de los apóstoles; por lo tanto, no deben sorprenderse si los grandes, altos, ricos, sabios y santos estados no aceptan su palabra. Así debe ser; la aldea debe estar en contra de ellos; otra vez, los apóstoles deben despreciarlos y aparecer entre ellos, porque es imposible predicar la verdad del evangelio si el predicador teme a los grandes señores y no desprecia todo lo que el mundo estima mucho. El Señor no tendrá ningún adulador como predicador. No dice: “Rodea el pueblo o pasa por un lado de él”. Entra en ellos y diles con rigor, a los que te hacen lo que quieren, lo que no quieren oír.

70. ¡Qué pocos son ahora los que entran en el pueblo que está en contra de ellos! Con gusto entramos en los pueblos que están de nuestro lado. El Señor bien podría haber dicho, “Ve a la ciudad que está delante de ti”. Esa habría sido una forma de hablar agradable y habitual. Pero quería señalar este misterio del oficio de la predicación, y por eso habla de una manera inusual: “Ve al pueblo que está en contra tuya”, es decir, “Predica a los que te perseguirán y matarán”. “Merecerán esas gracias y no tratarán de complacerles, porque eso es lo que hacen los hipócritas, no lo que hacen los evangelistas”. 

Y en seguida hallaréis una asna atada y un pollino con ella. Desatadla, y traédmelos”.

71. Esto también se dice para consolar a los predicadores, que no deben preocuparse por quién los cree o los recibe. Porque está decretado: “Mi palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía” (Isaías 55:11). Pablo dice: “En el mundo el evangelio está dando frutos” (Colosenses 1:6). Por lo tanto, no es posible de otra manera. Donde se predique el evangelio habrá algunos que lo entiendan y lo crean. Este es el significado del misterio de que los apóstoles encuentran tan inmediatamente el asna y el pollino con ella, si tan solo van. Es como si dijera: “Solo vayan, es decir, solo prediquen. No se preocupen por quiénes son los que van a escuchar. Dejen que yo me preocupe por eso. El mundo estará contra ustedes; no dejen que eso les preocupe. Sin embargo, encontrarán a los que escucharán y les seguirán. No los conocen todavía, pero yo ya los conozco de antemano. Prediquen, y déjenme estar a cargo”.

72. Mira, así les consuela para que no dejen de predicar contra el mundo; por muy duramente que se les contradiga y se les oponga, no faltará el fruto. Se encuentran ahora personas que piensan que, como es imposible convertir el mundo, hay que callar para que no haya un tumulto. “Todo es en vano”, dicen. “El Papa, los obispos, los sacerdotes y los monjes no lo aceptan y no cambian sus vidas. ¿De qué sirve predicar y atacarlos?” Es como si los apóstoles le hubieran dicho a Cristo: “Nos dices que vayamos a las aldeas que están en contra nuestra”. Si están en contra nuestra, ¿de qué sirve que entremos en ellas? Preferimos quedarnos fuera y dejarlos en paz.

Pero el Señor lo refuta muy bien y dice: “Solo vayan; solo prediquen. ¿Qué importa si están en su contra? Por todo ello, encontrarán allí lo que yo quiera que encuentren”. Ahora deberíamos hacer lo mismo. Aunque los grandes señores irrumpan contra el evangelio y no hay esperanza de que mejoren, debemos predicar. Aún se encontrarán aquellos que lo escuchen y mejoren.

73. ¿Por qué les hace traer dos burros, o por qué los dos no son viejos, o los dos jóvenes ¿No le hubiera bastado uno para montar? Respuesta: Así como los dos discípulos representan a los predicadores, los dos burros representan a sus alumnos y oyentes. Los predicadores serán discípulos de Cristo y serán enviados por él; es decir, no deben predicar nada más que la doctrina de Cristo. Tampoco deben ir a predicar a menos que sean llamados a ello, ya que los apóstoles han guardado ambas cosas. Pero los alumnos son el burro viejo y el joven.

74. Aquí necesitamos saber que el hombre está dividido en dos partes en la Escritura, un hombre interior y uno exterior. Se le llama “exterior” según su vida y conducta exterior, visible y corporal; se le llama “interior” según su corazón y su conciencia. Se puede obligar al hombre exterior con leyes, castigos, dolor y vergüenza, o atraerlo con favor, dinero, honor y recompensas, a hacer el bien y abstenerse del mal. Pero nadie puede obligar o atraer al hombre interior a hacer voluntariamente, por puro placer y gratuitamente lo que debe hacer, a menos que la gracia de Dios cambie su corazón y lo haga dispuesto.

Por eso la Escritura concluye que todos los hombres son mentirosos (Rom 3:4), ya que nadie hace el bien y se abstiene del mal por su propia voluntad, sino que cada uno busca lo suyo y no lo hace por amor a la virtud. Porque si no existiera el cielo o el infierno, ni la desgracia o el honor, nadie haría el bien. Si hubiera un honor y una alabanza tan grande en cometer el adulterio como en honrar el matrimonio, verían que el adulterio se cometería con mucho más placer que el matrimonio se honra ahora. Todos los demás pecados se harían con mayor celo que la virtud que se está practicando. Por lo tanto, toda buena conducta sin gracia es mero brillo y apariencia, ya que solo toca al hombre exterior, sin el placer y el libre albedrío del hombre interior.

75. Mira, estos son los dos burros. El burro viejo es el hombre exterior. Está atado con las leyes y el temor de la muerte, del infierno y de la vergüenza, o con los atractivos del cielo, de la vida, del honor, al igual que el burro está atado. Avanza con la apariencia externa de las buenas obras y es un villano piadoso, pero lo hace sin querer y con un corazón reacio y es enemigo de la ley y por tanto tiene una conciencia pesada.

Por lo tanto, el evangelista llama al burro “una bestia de carga” [Mateo 21:5], un burro capaz de soportar una carga, que trabaja duro bajo una carga. Es una vida miserable y lamentable, que es extorsionada por el miedo al infierno, la muerte y la vergüenza. El infierno, la muerte y la vergüenza son su yugo y su carga, pesada más allá de toda medida, de la cual tiene una conciencia agobiada y es secretamente un enemigo tanto de la ley como de Dios. Especialmente los judíos que esperaban el Cristo eran tales personas, y tales son todavía los que trabajan para cumplir los mandamientos de Dios y ganar el cielo con sus obras y sus propios poderes. Están atados por sus conciencias a la ley. Deben cumplirla, pero prefieren no hacerlo. Son portadores de sacos, burros perezosos y granujas de yugo.

76. Pero el pollino, el burrito (del que Lucas y Marcos  escriben que nadie ha montado todavía en él), es el hombre interior, el corazón, el espíritu, la voluntad, que nunca puede estar sujeto a la ley, aunque esté atado por la conciencia y sienta la ley. Pero no tiene ningún deseo ni amor por ella hasta que Cristo venga y se monte en él. Como este pollino nunca fue montado por nadie, así el corazón del hombre nunca ha estado sujeto al bien; pero, como dice Moisés, está “siempre inclinado al mal desde su juventud” (Génesis 6:5; 8:21).

77. Cuando Cristo les dice que “desaten”, significa que les está diciendo que en su nombre prediquen el evangelio, en el que se proclama la gracia y el perdón de todos los pecados y cómo él cumplió la ley por nosotros. El corazón está aquí desatado de las cadenas de la conciencia y recibe la gracia, que hace que su corazón y su hombre interior sean libres y felices, dispuestos y contentos de hacer y no hacer todas las cosas. Así el hombre está desatado, no de la ley, para no hacer nada, sino de la conciencia reacia y pesada que tenía de la ley, con la que era enemigo de la ley y que le amenazaba con la muerte y el infierno. Ahora tiene una buena conciencia bajo Cristo, es amigo de la ley, nunca teme a la muerte y al infierno, hace libremente y de buena gana lo que antes hacía a regañadientes. Ves, de esta manera el evangelio desata el corazón de todo mal, del pecado, de la muerte, del infierno y de una mala conciencia, por la fe en Cristo.

78. Cuando les manda llevarlos a él, se dice contra el Papa y contra todas las sectas o predicadores agitadores, que llevan las almas de Cristo a sí mismos. Pero los apóstoles los llevan a Cristo, es decir, no predican ni enseñan nada más que a Cristo, y no su propia doctrina o leyes humanas. Porque el evangelio nos enseña a venir solo a Cristo y a conocerlo correctamente. En esto los prelados sin espíritu reciben un duro golpe a su gobierno, con el que llevan las almas a sí mismos, como dice Pablo: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos” (Hechos 20:29-30). Pero el evangelio convierte a los hombres a Cristo y a nadie más. Por eso hace que el evangelio salga y envía predicadores, para atraer a todos hacia sí, para que le conozcamos, como dice: “Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12:32).

Si alguien les dice algo, le dirán: “El Señor los necesita”, y se los dejará de inmediato.

79. San Pablo compara la ley con los “guardianes y maestros de escuela” (Gálatas 4:2), bajo los cuales el joven heredero es educado con temor y coacción. La ley nos obliga con amenazas para que externamente nos abstengamos de las malas obras por el temor a la muerte y al infierno, aunque el corazón no se vuelve bueno por ello. Había, como escribe Lucas, dueños de la burra y del pollino que dijeron a los apóstoles: “¿Qué están haciendo, desatando el potro?” (Lucas19:33). Porque donde el evangelio comienza a desatar la conciencia de sus propias obras, suena como si prohibiera las buenas obras y el cumplimiento de la ley. Por lo tanto, todos los maestros de la ley, o (como el Evangelio los llama) escribas y doctos en la ley, dicen: “Si todas nuestras obras no son nada y si las obras hechas según la ley son malas, pues bien, nunca haremos el bien. Tú prohíbes las buenas obras y repudias la ley de Dios. Hereje, desatas el pollino y quieres hacer que la gente sea libre y mala”. Entonces se ponen directamente a trabajar y lo obstaculizan, para que el pollino y la conciencia no puedan ser desatados y llevados a Cristo. Afirman que la gente debe hacer buenas obras, y mantienen a la gente atada a las leyes.

80. Este texto muestra cómo los apóstoles deben actuar con estas personas. Deben decir: “Su Señor los necesita”; es decir, deben instruirlos en las obras de la ley y las obras de la gracia y decir así: “No prohibimos las buenas obras, sino que desatamos la conciencia de las falsas obras buenas, no para que vivan libres para hacer el mal, sino para que vengan bajo Cristo, su verdadero Señor, y bajo él hagan obras verdaderamente buenas. Para esto él los necesita y quiere tenerlos”. San Pablo lo presenta bellamente en Romanos 6, donde enseña que por la gracia somos libres de la ley y sus obras, no para que hagamos el mal, sino para que hagamos obras verdaderamente buenas.

81. Todo se reduce a esto: que los escribas y los encargados de hacer cumplir la ley no saben lo que son las buenas obras. Por lo tanto, no quieren liberar al pollino, sino que lo conducen con despiadadas buenas obras humanas. Sin embargo, cuando se les instruye sobre las buenas obras, lo dejan pasar, si es que son sensatos y verdaderos maestros de la ley, como se les representa aquí. Los locos tiranos, que deliran con las leyes humanas, no tienen nada en esta lectura del Evangelio. Solo habla de la ley de Dios y de los mejores maestros de la ley. Porque sin gracia, incluso la ley de Dios es un grillete y hace cautivas las conciencias e hipócritas a los que nadie puede ayudar hasta que se prediquen otras obras, que no son nuestras sino de Cristo, y hasta que él obre en nosotros con gracia. Entonces se acaba toda la restricción y coacción de la ley, y el pollino se desata pronto.

Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión”, etc.

82. Esta profecía ya ha sido suficientemente explicada. El evangelista la cita para que veamos cómo Cristo ha venido no por nuestro mérito, sino por amor a la verdad divina. Porque él fue prometido hace mucho tiempo antes de que nosotros, a quienes él viene, existiéramos. Por lo tanto, así como Dios prometió el evangelio por pura gracia, así también lo ha cumplido para demostrar su verdad, que cumple lo que promete, para incitarnos a edificar confiadamente sobre su promesa, porque la cumplirá.

Y esta es una de las Escrituras en las que se prometió el evangelio, del cual Pablo dice, “Dios prometió el evangelio de antemano por medio de sus profetas en la Sagrada Escritura, acerca de su Hijo, Jesucristo”, etc. (Romanos 1:2). Hemos escuchado ahora cómo, en este versículo, el evangelio, Cristo y la fe son señalados con la mayor excelencia y consuelo.

  Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había ordenado. Trajeron la burra y el potro y les pusieron sus mantos, y él se sentó sobre ellos.

83. Estos son los predicadores que por el evangelio han desatado las conciencias de la ley y sus obras y las han llevado a las obras de gracia, que han hecho de los hipócritas unos santos completamente buenos, de modo que en adelante Cristo cabalga sobre ellos.

84. surge la pregunta de si Cristo montó en ambos burroa. Mateo lee como si los discípulos lo hubieran puesto en ambos burros, mientras que Marcos, Lucas y Juan solo hablan del pollino. Algunos piensan que él se sentó primero en el pollino, pero debido a que era demasiado salvaje e indómito se sentó en la burra. Estas son fábulas y sueños.

Debemos entender que solo montó en el pollino, y no en la burra. Sin embargo, hizo que trajeran a ambos por el significado espiritual mencionado anteriormente. Cuando Mateo dice que se sentó en ellos como si montara en ambos, habla de acuerdo con la característica de la Escritura y su forma común de hablar, llamada “sinécdoque”, donde una cosa que se aplica solo a algunos de ellos se atribuye en general a todo un grupo. Por ejemplo, Mateo escribe que los ladrones maldijeron a Cristo en la cruz [Mateo 27:44], mientras que, como escribe Lucas, solo uno lo hizo [Lucas 23:39-42]. Así también Cristo dice que la ciudad de Jerusalén apedrea a los profetas, aunque solo algunos de la ciudad lo hicieron (Mateo 23:37). La gente dice, “El turco mató a los cristianos”, aunque solo mató a algunos de ellos. Así que Cristo montó en los burros, aunque solo montó en el pollino, porque ambos burros son llevados juntos. La gente dice que lo que le pasó a uno les pasó a todos.

85. Ahora consideren la cabalgata espiritual. Cristo cabalga sobre el pollino; la burra lo sigue. Es decir, cuando Cristo habita por la fe en nuestro hombre interior, entonces estamos bajo su gobierno. Pero el hombre exterior, la burra, va solo. Cristo no monta en ella, aunque lo sigue. Es decir, como dice San Pablo, el hombre exterior no está dispuesto, no lleva todavía a Cristo; de hecho, lucha contra el hombre interior, como dice: “Los deseos de la carne son contra el espíritu, y los deseos del espíritu son contra la carne, porque éstos se oponen entre sí, para impediros hacer las cosas que queréis hacer” (Gálatas 5:17). Pero como el pollino lleva a Cristo, y el espíritu está dispuesto por la gracia, la burra (es decir, la carne) debe ser llevada por las riendas, pues el espíritu crucifica y castiga la carne, de modo que debe estar sujeta.

86. Ves, esta es la razón por la que Cristo monta en el pollino y no en la burra, y sin embargo quiere tener ambos para su entrada, porque el cuerpo y el alma deben ser salvos. Aunque aquí en la tierra el cuerpo no quiera, incapaz de gracia y de llevar a Cristo, debe soportar el espíritu sobre el que Cristo cabalga. El espíritu tira del cuerpo y lo lleva por el poder de la gracia recibida a través de Cristo. Así, el pollino sobre el que Cristo cabalga, sobre el que nadie ha cabalgado nunca, es el espíritu dispuesto, al que nadie antes pudo hacer dispuesto y domesticar ni entrenar; solo Cristo debe hacerlo con gracia. Sin embargo, la burra, la portadora del saco, la bestia de carga, el viejo Adán, es la carne, que va sola sin Cristo. Debe, por esta razón, llevar la cruz y permanecer como portadora de la carga

87. ¿Qué significa que los apóstoles, sin orden, pusieron sus mantos en el pollino? Aquí también no todos los discípulos ponen todas sus vestimentas en el pollino, como parecen decir las palabras, sino quizás solo la capa de un discípulo. Pero está escrito por causa del significado espiritual, como si fueran todos los mantos de todos los discípulos, o al menos de los dos. Por supuesto, era una pobre silla de montar y un pobre atuendo, pero era rico en significado. Pienso que [los mantos] son el buen ejemplo de los apóstoles, con los que se cubre y adorna la iglesia cristiana y se alaba y honra a Cristo, a saber, su predicación y confesión, su sufrimiento y su muerte por el evangelio, tal como Cristo dijo que Pedro lo glorificaría con su muerte (vea Juan 21:19). Pablo dice en la Epístola de hoy (Rom. 13:12) que debemos vestirnos de las armas de la luz, con lo que sin duda quiere mostrar que las buenas obras son los mantos de los cristianos, con los que Cristo es honrado y glorificado en nosotros ante todos los hombres. Ahora bien, los ejemplos de los apóstoles son los más altos y cercanos [a Cristo] por encima de todos los santos. Ellos nos instruyen mejor y enseñan a Cristo más claramente. Por lo tanto, no deben, como los otros mantos, echarse en el camino, sino en el burro, para que Cristo se monte en ellos y el burro camine debajo de ellos. Debemos seguir estos ejemplos de los apóstoles, y alabar a Cristo con nuestra confesión y vida, y embellecer y adornar la doctrina del evangelio, como dice Tito 2:10.

88. Escuchen cómo Pablo pone su capa en el pollino: “Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11:1); y “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe” (Hebreos 13:7). Ningún ejemplo de un santo es puro en la fe, excepto el de los apóstoles. Todos los demás santos después de los apóstoles tienen una adición de doctrina u obras humanas. Por lo tanto, Cristo se sienta en sus mantos para mostrar que son ejemplos verdaderamente cristianos y fieles por encima de los demás.

89. El hecho de que “lo hayan puesto sobre [el pollino]” también debe significar algo [vea Lucas 19:35]. ¿No podría él mismo montarlo? ¿Por qué finge ser tan delicado? Como he dicho antes, los apóstoles no querían predicar ellos mismos ni montar el pollino ellos mismos. San Pablo dice: “No queremos enseñorearnos de vuestra fe” (2 Corintios 1:24) y “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos” (2 Corintios 4:5). Asimismo: “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado” (1 Pedro 5:3), como si fuera su herencia. Nos predicaron la fe pura y también ofrecieron su ejemplo y dejaron que nos sirviera solo para esto: para que Cristo gobierne en nosotros y la fe permanezca pura, de modo que no recibamos su palabra y obra como si fuera suya, sino que aprendamos a Cristo tanto en sus palabras como en sus obras. Pero, ¿cómo es hoy? Uno sigue a San Francisco; otro, a Domingo; el tercero, a este; y el cuarto, a ese santo. Y en ninguno se busca a Cristo solo y la fe pura, porque tal ejemplo se supone que pertenece solo a los apóstoles.

La multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.

90. Las vestimentas son ejemplos de los patriarcas y los profetas y las historias del Antiguo Testamento, porque como oiremos, el pueblo que fue antes significa los santos antes del nacimiento de Cristo, a través de los cuales el sermón del Nuevo Testamento y el camino de la fe es gloriosamente adornado y alabado.  Así que Pablo, presentando a Abraham, Isaac, Jacob, también Pedro, a Sara y Hebr. 11:17ss., presenta a muchos patriarcas como ejemplo, y así prueba la fe y las buenas obras fieles de los creyentes con maestría. Pero las ramas significan los dichos de los profetas, ya que esto también es uno en este evangelio, que no son historias o ejemplos, sino promesa divina. Los libros de los profetas son los árboles; de los que predican tales dichos al pueblo, que cortan ramas y las esparcen en el camino de la fe cristiana. Juan en el capítulo 12 escribe que eran ramas de palma; algunos, como lo hacen en el Monte de los Olivos, también piensan que eran ramas de olivo; y no es inverosímil, aunque los Evangelios no lo informan.

91. De todo esto podemos ver cómo debe prepararse un sermón evangélico cristiano que enseñe la fe pura y el camino correcto. Debe tener la palabra de Cristo en primer lugar, como ordena y dice a los apóstoles: “Vayan y desátenlo y tráiganlo aquí”; después las historias y los ejemplos de los apóstoles, puesto que estos están de acuerdo con la palabra y las obras de Cristo, que son los vestidos y las ramas de los apóstoles. Después se deben presentar historias y ejemplos del Antiguo Testamento, que son las vestiduras y las ramas del pueblo. Es decir, pasajes y ejemplos de ambos testamentos instruirán a la gente. Cristo en Mateo 13:52 dice de esto: “Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”. Esto significa los dos labios de la boca, las dos puntas del sombrero del obispo y las dos cintas en la parte de atrás, y muchas figuras más. Pero ahora no hay nada de esto ante los ojos, el diablo arroja azufre y desgracia en el camino por los papistas, él mismo cabalga el burro y ha ahuyentado a Cristo.

92. Extender los mantos en el camino significa que debemos, como ya dije, según el ejemplo de los apóstoles, honrar, adornar y embellecer a Cristo también con nuestra confesión y toda nuestra vida, de modo que nos despojemos de toda alabanza por la sabiduría y la santidad y nos sometamos solo a Cristo con nuestra confesión pura; de la misma manera, que debemos aplicar todo lo que tenemos, honor, propiedad, poder, cuerpo y vida, para el honor y el fomento del evangelio, y por su causa, si es necesario, arriesgarlo todo por él.

Así también los reyes y los señores y todo lo que es grande, poderoso y rico deberían haber servido a Cristo con su propiedad, honor y poder para promover el evangelio, y deberían haber arriesgado todo por el evangelio. Los santos patriarcas, profetas y reyes piadosos del Antiguo Testamento lo hicieron con su ejemplo. Pero ahora todo eso está patas arriba, especialmente entre la multitud papista, que contra Cristo se apodera de todo el honor y el poder para sí misma, y al hacerlo ha oprimido al evangelio.

93. Pero cuando “cortan las ramas de los árboles y las extienden por el camino”, esto también significa el oficio de la predicación y el testimonio de las Escrituras y los profetas sobre Cristo. (Una de ellas es la profecía de Zacarías citada aquí [9:9].) Así pues, el pueblo debe establecer y adornar la predicación sobre Cristo, y todo el oficio de la predicación debe estar dirigido a dar a conocer y confesar a Cristo.

94. También hay una razón por la que se mencionan las ramas de palmera y de olivo. Testifican lo que es la confesión y lo que se debe predicar y creer sobre Cristo. La naturaleza de la palmera es que cuando se convierte en una viga, no se dobla bajo ninguna carga, sino que se sostiene contra la carga.

Estas son las palabras de la verdad divina. Cuanto más se suprimen, más se elevan, siempre y cuando se crea firmemente en ellas. Hay una fuerza invencible en las palabras, por lo que bien pueden ser llamadas “ramas de palma”, como dice San Pablo, “El evangelio es poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Romanos 1:16). “Las puertas del Hades no podrán prevalecer contra ella”, como dice Cristo (Mateo 16:18). La muerte, el pecado, el infierno y todo el mal deben ceder ante él, o solo se levantarán cuando sea puesto contra ellos.

95. Se llaman ‘ramas de olivo’ porque son palabras de gracia, en las que Dios nos ha prometido su misericordia. Hacen que el alma sea suave, gentil y alegre, como el aceite físico hace con el cuerpo. La palabra de gracia y el dulce evangelio se significan en el Génesis 8:11, donde la paloma al atardecer trajo en su boca una rama de olivo con hojas verdes al arca. Es decir, por boca de los apóstoles el Espíritu Santo trajo el evangelio a la iglesia en el fin del mundo.

96. Por esta razón llevaban ramas de palma ante reyes y señores cuando habían obtenido una victoria y celebraban una procesión triunfal. Así también el llevar ramas de olivo era una señal de sumisión, sobre todo para los que deseaban y pedían gracia y paz, como se hacía comúnmente entre los antiguos.

Así, con esta pompa [de extender ramas de palma] hacia Cristo, indicaban que lo aceptaban como su Señor y Rey dado por Dios (como luego testifican con sus gritos y felicitaciones), como un Salvador victorioso e invencible, confesándose sumisos a él y buscando su gracia. Así es como Cristo debía ser predicado y confesado en todo el mundo: como Rey victorioso e invencible contra el pecado, la muerte y el poder del diablo y de todo el mundo, para los que son oprimidos y atormentados por ellos, y como Señor en el que se encuentra y se busca la gracia y la misericordia, como su fiel Sacerdote y Mediador ante Dios.

La palabra del evangelio sobre este Rey es una palabra de gracia y misericordia que nos trae la paz y la reconciliación de Dios, además de ser un poder y una fuerza invencible, ya que Pablo llama al evangelio “un poder de Dios para la salvación de todo el que cree” (Romanos 1:16). “Las puertas del Hades no podrán prevalecer contra él”, como dice Cristo (Mateo 16:18).

  Y las multitudes que iban delante y detrás de él gritaban y decían: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

97. San Pablo dice: “Cristo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Todos los que se salvan desde el principio del mundo hasta el fin son y deben ser cristianos y ser salvados por la fe cristiana. Por lo tanto, San Pablo dice: “Nuestros padres comieron la misma comida y bebieron la misma bebida” (1 Corintios 10:1-4). Y Cristo dice: “Vuestro padre Abraham vio mi día y se alegró” (Juan 8:56).

98. Así las multitudes que van delante significan todos los cristianos y santos antes del nacimiento de Cristo. Los que siguen significan todos los santos después del nacimiento de Cristo. Todos ellos creen y se aferran al único Cristo. Los primeros lo esperaban en el futuro; los segundos lo recibieron en tiempos pasados. Por lo tanto, también, todos juntos cantan una canción y alaban y bendicen a Dios en Cristo. Porque no podemos dar a Dios otra cosa que alabanza y agradecimiento, ya que de él recibimos todo lo demás, ya sea la gracia, la palabra, el trabajo, el evangelio, la fe y todas las cosas. Esa es también la única adoración cristiana verdadera, alabar y dar gracias, como dice el salmista: “Invócame; entonces te oiré y te ayudaré, y me glorificarás” (Salmo 50:15).

99. ¿Qué significa “Hosanna al Hijo de David”? Tomaron la palabra “Hosanna” del Salmo 118:25-26, que dice: “Hosanna, [sálvanos] ¡Oh Señor! Oh Señor, ayúdanos y danos el éxito! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor!” Aplicaron este versículo a Cristo. Es desearle bien, como en Alemania se desea a un nuevo gobernante éxito y salud. Así que aquí también la gente pensó que Cristo sería su rey físico, y por eso le desean éxito y salud. Porque en alemán “Hosanna” sería: “Oh, da salud” o “Amado, salva” o cualquier otra cosa que pueda expresar tal deseo. Ahora añaden “al Hijo de David”, y así significan: “¡Oh Dios, dale salud al Hijo de David! Oh Dios, dale éxito, bendito sea”, etc. Todo eso lo decimos en alemán: “Oh, Dios mío, ¡dale éxito y salud a este Hijo de David para su nuevo reino! Que entre en el nombre de Dios para que sea bendecido y tenga éxito”, etc.

100. Marcos 11:10 demuestra claramente que se referían a su reino cuando escribe que dijeron: “¡Bendito sea el reino venidero de nuestro padre David, que viene!” Cuando todas las iglesias ahora lo leen como “Osanna”, eso es incorrecto. Debería ser “Hosianna”. En consecuencia, hicieron un nombre de mujer, y a la que deberían llamar “Susanna” la llaman “Osanna”. “Susanna” es un nombre de mujer y significa “una rosa”. Al final, después de hacer una farsa del bautismo, los obispos tontos bautizan las campanas y los altares, lo cual es una gran tontería, y llaman a las campanas “Osanna”. ¡Pero fuera con los líderes ciegos! Deberíamos aprender aquí también a cantar “Hosanna” y “Hatslihanna” al Hijo de David junto con esas multitudes, es decir, a desear éxito y salud al reino de Cristo, a la santa cristiandad, que Dios aboliera la doctrina humana y dejara a Cristo ser nuestro Rey, que gobierna solo por su evangelio, ¡y que nosotros fuéramos sus pollinos! Que Dios lo conceda. Amén.