EVANGELIO DEL
MARTES DE PENTECOSTÉS
Juan
10:1-10
1. Esta
lectura del Evangelio nos presenta, mediante una imagen y una parábola, lo
mismo que se enseña en otros lugares sobre el reino de Cristo y el oficio de la
predicación en la iglesia. En la lectura del Evangelio sobre el Buen Pastor,
que está relacionada con esta, se dice más al respecto. En ella se distinguen
las diversas doctrinas con las que se señala a los hombres el camino al cielo,
para que podamos juzgar correctamente cuál es la verdadera doctrina del
Espíritu Santo y cuál no. Hay tres clases particulares de enseñanza (a las que
se refiere aquí), de las cuales solo una salva las almas. La primera es la de
los que él llama “ladrones y asesinos”. La segunda es la del portero del redil.
La tercera es la del verdadero Pastor, a quien el portero le abre y le deja
entrar. Los discípulos (dice San Juan) no entendieron esta parábola hasta que él
mismo explicó que solo él es la puerta del redil y también el Pastor. Nosotros
tampoco entenderíamos si él no lo señalara y lo interpretara.
2. Estas
tres clases de enseñanza están siempre presentes en la cristiandad, y eso es
peligroso. Es necesario que advirtamos a la gente que tenga mucho cuidado y se
guarde de los espíritus que causan daño y destrucción y que no hacen otra cosa
cuando vienen entre las ovejas que robarles el verdadero pasto de la doctrina
pura y la palabra de Dios, y luego también asesinar sus almas. Por eso los
apóstoles también advirtieron diligentemente a los cristianos contra tales
maestros. Por ejemplo, San Pablo profetiza sobre ellos y dice: “Sé que después
de mi partida vendrán entre ustedes lobos abominables, sí, incluso surgirán de
entre ustedes, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29-30), etc.
3. Estos son
los que quieren gobernar a las almas con el tipo de enseñanza que han elaborado
e inventado a partir de su propia sabiduría u opiniones, y dictan a las almas
que deben hacer esto y aquello si quieren salvarse. Entre los judíos, los
fariseos y los escribas enseñaban sus propias doctrinas humanas, sus preceptos
y el culto a sus obras. En el papado existe la inexpresable suciedad de las
obras, el culto y el monacato falsos y elegidos por ellos mismos, por no hablar
de la idolatría pública y las invenciones vergonzosas, mentirosas y sin valor,
la invocación de los santos muertos, las indulgencias, el purgatorio, etc. Por
supuesto, no quieren ser ladrones y asesinos, sino ser considerados en el mundo
como excelentes, valiosos y benéficos maestros y predicadores (hasta que se
revelan a través de la palabra de Cristo. Entonces se descubre que engañan y
arruinan miserablemente a las almas que los siguen.
4. Se les
llama “ladrones” porque se introducen sigilosamente, y “con dulces palabras”
(como dice San Pablo) y gran esplendor, también bajo un verdadero disfraz de
oveja, fingen una especial fidelidad y amor por las almas. Pero tienen esta
señal, que Cristo nos enseña a conocer, de que no entran por la puerta, sino
que suben por otra parte. Eso significa, como él mismo explica, que entran
antes que él y sin él, no mostrando ni señalando a Cristo como el único Pastor
y Salvador.
5. Las
palabras “vinieron antes que yo” no se refieren a la época de los que
predicaron antes que Cristo ni solo a los que presumen de predicar sin llamamiento
o que se cuelan a escondidas (que seguramente no son mejores que los ladrones y
asesinos). Más bien, se refieren en general a todos (incluso a los que tienen
un verdadero llamamiento y un oficio regular) que no comienzan y permanecen con
la enseñanza de la fe en Cristo como el artículo principal de la doctrina
cristiana, sino que conducen a la gente a su propia santidad y adoración aparte
de la fe en Cristo.
Si no fuera
así, no harían ningún daño con su enseñanza. Toda clase de doctrinas sobre
nuestras obras serían inofensivas si solo dejaran lo que se llama “fe” o “confianza”
en esas obras, como si merecieran el perdón de los pecados. Sin embargo, no se
debe tolerar cuando nos enseñan a poner nuestra confianza y fe en ellas (que solo
debe estar en Cristo) o cuando las consideran como un culto especial, aunque
sean sin la palabra de Dios.
6. También
podríamos guardar sin daño todos los mandamientos del Papa y de sus concilios
si no son directamente en sí mismos contra la palabra de Dios, si no se
refieren más que al orden externo y a la observancia de ciertos tiempos,
vestidos, alimentos, etc., ya que de otro modo una persona puede conformarse
con otras en tales cosas. Sí, si no exigen esto más que como cuestiones
externas y neutras que no son necesarias ni beneficiosas para la salvación, al
igual que la mayor parte de su sacerdocio y monacato es solo una superchería
inútil e infructuosa y un juego de niños, apropiado para las máscaras de Carnaval
y las obras de títeres. Sin embargo, cuando ordenan estas cosas a riesgo de
perder la salvación y dicen: “Quien no lo guarde caerá en la ira y hostilidad
omnipotente de Dios y de todos los santos y será condenado al infierno”, esa es
la voz asesina de lobo del verdadero Anticristo en la Cristiandad.
7. Ahora
bien, la multitud más grande está formada por estos ladrones y asesinos
destructivos; son siempre la mayoría en el mundo. No pueden ser de otra manera,
ya que están apartados de Cristo. El mundo incluso quiere tener tal predicación
de lobos y es indigno de algo mejor, porque no escuchará a Cristo ni le
prestará atención. Por lo tanto, no es de extrañar que haya tan pocos
cristianos y predicadores verdaderos, y que la multitud de iglesias falsas sea
siempre mucho mayor. Tanto los maestros como los alumnos se engañan mutuamente
y, como dice Moisés, “los borrachos arrastran a los sedientos y los llevan a la
perdición” (Deuteronomio 29:19). Pero aquí Cristo da a la verdadera iglesia
este consuelo: Sus ovejas se cuidan de tales maestros y no los escuchan ni los
siguen, como dice después más claramente: “Mis ovejas escuchan mi voz, pero no
escuchan la voz del extraño”.
8.
Ciertamente puede suceder que sean engañados al principio y por un tiempo por
la falsa apariencia de los ladrones y asesinos, como sucedió anteriormente bajo
el papado, cuando todos los púlpitos e iglesias estaban llenos de ellos y se
oía muy poco la voz de Cristo, el verdadero Pastor. Cristo también predijo esto
y dijo que incluso los elegidos, si fuera posible, serían engañados. Sin
embargo, al final fueron liberados de ello para que pudieran oír la voz del
verdadero Pastor y seguirle. Del mismo modo, muchas de estas personas han sido
arrancadas del engaño del Papa en su lecho de muerte y han sido salvadas, de
modo que se aferraron a Cristo y murieron en él.
9. Así que
esa es la primera y maldita multitud de maestros y predicadores, que están
directamente en contra de Cristo y no hacen otra cosa que engañar y arruinar a
las almas. Él los separa completamente de sí mismo y pronuncia el veredicto de
que no debemos en absoluto escucharlos ni tolerarlos. Hemos de saber que todo el
que se aparta de Cristo y señale a la gente hacia otra cosa, seguramente no es
más que ladrón y asesino.
10. Luego
está el segundo grupo de predicadores, que traen los mandamientos y la ley de
Dios, que no han inventado ellos mismos sino que la han
tomado de la Escritura. Entre los judíos estos eran los maestros o escribas, en
la medida en que se quedaban con Moisés y la Escritura. De ellos dice Cristo: “Los
escribas y fariseos se sientan en la cátedra de Moisés; guarden todo lo que les
enseñen a guardar”, etc. (Mateo 23:2-3).
11. Esta
doctrina no es en sí misma contraria a Cristo. Sin embargo, cuando se utiliza
para enseñar a las personas a confiar en sí mismas y a salvarse por medio de
las obras de la ley, entonces tales maestros son tan ladrones y asesinos como
los otros, pues también obstaculizan e impiden que las ovejas vengan a Cristo.
12. Pero
para que esta predicación se emplee correctamente y sea provechosa y buena, no
deben subir ellos mismos al redil como los demás, ni presumir de ser pastores,
sino solo porteros y servidores del verdadero Pastor, Cristo, que guardan y
cuidan a las ovejas para que los extraños no se impongan sobre ellas. Admiten y
hacen sitio al Pastor, que es quien las lleva a pastar y a entrar. Por tanto,
su oficio no consiste en apacentar ellas mismas las ovejas, sino en abrir al
Pastor, para que las ovejas le escuchen y sean apacentadas por él.
13. En el
pueblo judío eran el propio Moisés y los profetas, así como Juan el Bautista y
todos los que predican la ley para el arrepentimiento y señalan al pueblo a
Cristo, para que por medio de él sean liberados del pecado y de la muerte. Así
pues, desempeñan los dos oficios del portero. Impiden que los extraños vengan
como pastores a atraer a las ovejas tras ellos, para que no se dejen engañar
por falsedades y confíen en sus obras, sino que aprendan a reconocer sus
pecados y el peligro, y para que estén listas y capacitadas para esperar a su
Pastor.
Pablo en
Gálatas 3:23 habla del oficio de la ley de esta manera, que fue dada para que “fuéramos
mantenidos bajo ella y encerrados hasta la futura fe en Cristo”. Igualmente: “La
ley”, dice, “fue nuestro tutor hasta Cristo, para que fuéramos justificados por
la fe”. Donde se enseña la ley de modo que el hombre sea amenazado con la ira y
el castigo de Dios, manteniéndolo disciplinado exteriormente para que no se
vuelva desvergonzado y descuidado, e impulsándolo interiormente al temor y al
miedo para que sienta y vea su incapacidad y su miseria, que no puede ayudarse
a sí mismo, esto es guardar y encerrar correctamente el redil, para que las
ovejas no corran al error y caigan presa del lobo.
14. Sin
embargo, esta predicación y oficio de portero no es suficiente para las ovejas.
Si solo permanecieran encerradas de esta manera, entonces tendrían que perecer
y morir de hambre. Por eso también es necesario aquí que el portero abra al
verdadero Pastor, para que venga y apaciente él mismo a las ovejas. Todo lo que
se predica y enseña en la iglesia se hace gracias a él; de lo contrario, no
habría necesidad ni de portero ni de predicador.
15. La
puerta se ha abierto para Cristo cuando se enseña la ley de la manera que se
acaba de decir. Dios quiere que guardes estos mandamientos a riesgo de la
condenación eterna. Aunque los guardes tanto como te sea posible, debes saber,
sin embargo, que no eres justificado o salvado ante Dios por ellos, pues nunca
podrás cumplirlos como estás obligado a hacerlo. Aunque los cumplieras todos,
aún no habrías merecido que Dios te diera más de lo que ya te ha dado, para lo
cual estás obligado a ser obediente, como dice Cristo en Lucas 17:10: “Cuando
hayan hecho todo lo que se les ha dicho, digan entonces: ‘Somos siervos
inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’.” Por eso, más allá de todo eso,
deben tener al Señor Cristo como verdadero Pastor, que les da su abundancia y
riqueza, y ser alimentados, apacentados y salvados por él.
16. De este
modo has desempeñado correctamente ambos oficios y has distinguido
correctamente la doctrina de las obras de la doctrina de la fe. Debemos guardar
la ley, pero no confiar en ella; más bien, solo la fe nos sostiene y consuela
en el pasto de Cristo. Así, las obras se dirigen a la obligación de la ley,
pero la fe se dirige a la gracia en Cristo.
17. Ahora
bien, cuando la puerta se ha abierto para el Pastor y él entra, entonces las
ovejas reciben consuelo y ayuda, como dice Cristo al final de esta lectura del
Evangelio: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Luego,
Cristo mismo gobierna, guía, conduce, apacienta, guarda y trabaja en ellas por
medio de su palabra y del poder del Espíritu Santo, para que crezcan cada día,
haciéndose más ricas en entendimiento, más fuertes en la fe, teniendo consuelo,
paciencia y victoria en el sufrimiento, etc., produciendo por sí mismas buenos
frutos, enseñando, sirviendo y ayudando a los demás. Así, el oficio y la obra
del Pastor (a quien pertenecen las ovejas) continúa siempre en la cristiandad
cuando él mismo las recibe y obra todo en ellas a través de su voz, es decir,
la palabra externa y la predicación.
18. Por eso
se llama a sí mismo la puerta por la que salen y entran las ovejas. Así como él
mismo es el Pastor y también la predicación a través de la cual llega a
nosotros y es reconocido, así también la fe en nuestro corazón a través de la
cual se siente su poder y su obra no es otra cosa que Cristo. Así que, él habita
y obra en nosotros, y nosotros nos encontramos completamente en él en nuestra
vida y obras, ya que todo, desde y por la fe, depende de él, de modo que
agradamos a Dios solo por él y no nos consolamos ni nos apoyamos en ninguna
otra cosa, etc.
19. De la
misma manera que habla del oficio que ejerce por medio de la palabra, también
habla de cómo se comportan sus ovejas en su reino, es decir, que cuando se le
abre la puerta, inmediatamente oyen su voz y aprenden a reconocerla. Es la voz
verdaderamente reconfortante y alegre por la que son redimidas del miedo y del
temor y llegan a la libertad, de modo que pueden esperar toda la gracia y el
consuelo de Dios en Cristo. Una vez que se han aferrado al Pastor, se aferran solo
a él con toda confianza y no escuchan la enseñanza de nadie más. Tienen (como
las ovejas) oídos muy perspicaces, y aprenden fácilmente a reconocer la voz de
su Pastor y a distinguirla de todas las demás, de modo que no se dejan engañar
por los que se hacen pasar por pastores.
Ahora
tienen la experiencia de su propia conciencia y el testimonio del Espíritu
Santo en su corazón de que ninguna otra enseñanza o palabra puede confortar el
corazón o traer al hombre la verdadera confianza y la
verdadera invocación de Dios, excepto la de este Pastor, Cristo. Por lo
tanto, la reclaman sin vacilar ni dudar; no miran lo que
otros enseñan o hacen, lo que el mundo acepta o los concilios han decidido. Más
bien, aunque no hubiera nadie en la tierra que estuviera de acuerdo con ellos,
seguirían estando seguros de la genuina voz de su Pastor.
20. Sí,
también son tan sabios que, si se les diera la opción de recibir lo que
quisieran, aunque no hubiera ningún peligro inmediato, cada alma buena con tal
opción elegiría lo que es más seguro y tomaría su posición en Cristo y en la
gracia antes que en sus propias obras (aunque tuviera muchas). Con sus obras no
sabe lo que va a pasar. De hecho, sabe que no se sostendrán ante el juicio de
Dios, como dicen David y todos los santos: “Señor, no entres en juicio con tu
siervo, porque nadie que viva es justo ante ti” (Sal. 143:2). Pero sabe que la
gracia es segura para él, porque es la palabra de Dios y la verdad.
21. Pero
¿qué significa cuando Cristo dice además: “Y los llama
por su nombre y los saca”? Todos oyen la voz concordante de Cristo, es decir,
la predicación del evangelio sobre la misma fe, el bautismo, la esperanza y la
salvación que todos tienen por igual, ninguno más que otro. La gracia que tiene
María Magdalena es la misma que tiene María la Virgen, y San Pedro la misma que
experimentó el ladrón.
22. Sin
embargo, es diferente cuando empieza a llamar con nombres especiales a los que
están en la misma gracia, como el pastor etiqueta o llama a cada oveja: una “Prieta”,
otra “Negrita”, o lo que quiera.
Estas son
las obras que Cristo realiza en cada uno individualmente cuando los conforta,
los amonesta y los asiste con la palabra en sus necesidades y preocupaciones.
Asimismo, distribuye sus dones a cada uno: a uno una fe más fuerte o un mayor
entendimiento que otro, el don de profecía y de explicar la Escritura, de
predicar, de gobernar a otros. Asimismo, utiliza a uno para una obra especial
de hacer más y mayores cosas que otro. Impone mucho sufrimiento a uno, pero
poco a otro. Asimismo, difunde el evangelio más lejos a través de San Pablo que
de otros. Igualmente, conduce y llama a San Pedro a sufrir de manera diferente
que a San Juan.
23. San
Pablo dice: “Hay varios dones, pero hay un solo Espíritu; varios oficios, pero
un solo Señor; varias capacidades, pero un solo Dios” (1 Corintios 12:4-6),
etc. Del mismo modo, en una casa hay diversas ocupaciones y trabajos, pero
todos son siervos de un solo padre y tienen el mismo alimento y comida. En un
cuerpo hay varios miembros y cada uno tiene su trabajo y uso especial, y sin
embargo todos tienen la misma vida, la misma salud y el uso común del alimento
y la comida. Así también en el reino de Cristo hay diversos dones, trabajos,
sufrimientos, etc., repartidos a cada uno según sus límites y su vocación, pero
todos son las mismas ovejas de Cristo en posesión común de todos sus
beneficios, y uno es tan querido para él como otro. Continúa diciendo:
“Y los conduce fuera. Cuando los ha dejado
salir, va delante de ellos”, etc.
24. Esta “salida”
es (como ya he comentado) la libertad cristiana, puesto que ahora son libres y
ya no están encerrados y cautivos bajo la angustiosa coacción y el miedo a la ley
y al juicio divino, sino que son pastoreados y alimentados alegremente en el
dulce reino de la gracia de Cristo. San Pablo dice al respecto “Ya no están
bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14); y “Ahora que ha llegado la
fe, ya no estamos bajo el tutor” (Gálatas 3:25).
25. Esta no
es la clase de libertad en la que las ovejas pueden ahora, sin protección ni
pastor, huir de su Pastor hacia el error, como quieren, o en la que un
cristiano puede hacer todo lo que la carne desea. Más bien, significa que están
libres del miedo y del temor del lobo y a salvos de los ladrones y asesinos.
Ahora pueden ir con su querido Pastor, siguiéndolo con todo su corazón a donde él
los guíe y conduzca, porque saben que intercede por ellos y los gobierna
bondadosamente, de modo que la ley ya no puede acusarlos y condenarlos, aunque
según la carne tengan debilidad y no hayan cumplido perfectamente la ley.
26. El
Señor, el Hijo de Dios, es ahora el Pastor que ha tomado a las ovejas bajo su
gracia, amparo y protección. Quien quiera acusar o condenar a las ovejas debe
tratar primero con él. San Pablo dice gloriosa y desafiantemente sobre esto: “Ya
no hay nada que condenar en los que están en Cristo Jesús”, etc.; y “¿Quién
acusará a los elegidos de Dios? Aquí está Dios que justifica. ¿Quién condenará?
Aquí está Cristo, que murió, sí, que también resucitó, que está sentado a la diestra
de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:1, 33-34), etc.
Esto
significa, digo, que la conciencia está libre de la condenación de la ley, que
no tiene ningún derecho sobre nosotros porque estamos en Cristo. No corresponde
aquí la vida externa, corporal, que tiene su propio gobierno y ley externos.
Eso no se aplica a esta vida espiritual en el reino de Cristo.
“Cuando deja salir a sus ovejas, va
delante de ellas, y ellas le siguen”.
27. La vida
cristiana bajo este Pastor consiste en que él siempre las gobierna, las guía y
las conduce, para que permanezcan bajo él en la libertad de la fe, y luego en
esa misma fe también caminen y lo sigan en la obediencia y las buenas obras.
San Pedro dice sobre este ejemplo de Cristo “Cristo nos ha dejado un ejemplo o modelo,
para que sigamos sus huellas”. El mismo Cristo dice: “Les he dado un ejemplo,
para que hagan como yo he hecho con ustedes” (Juan 13:15).
Como se
dijo, el reino de Cristo no es el tipo de reino en el que debemos hacer todo lo
que deseamos según la carne. En cambio, redimidos de la prisión de la ley bajo
la cual no podíamos hacer nada bueno de corazón, desde ahora seguimos
alegremente y con buena conciencia a Cristo en nuestra vida y obras, cada uno
como Cristo lo llama y lo quiere emplear como instrumento especial.
28. Este “seguimiento”
de Cristo, que va por delante, ocurre de tal manera que toda nuestra vida y
obra se desarrolla en la fe de Cristo y es un ejercicio constante de la fe. Es
decir, concluimos y sabemos por la fe que agradamos a Dios por causa de este
querido Pastor, y ahora nuestra obra y nuestra vida, que todavía son débiles y
no perfectamente obedientes como deberían ser, están también bajo las alas de
esta gallina, de modo que Dios también permite que le agraden por su causa. En
esta confianza comenzamos ahora a obedecer, a invocarlo a él en la tentación y
el peligro, a confesar su palabra y a servir a nuestro prójimo. Así, tanto en
nuestra vida interior como en la exterior (que aquí Cristo llama “salir y
entrar”) encontramos pastos, es decir, consuelo, fortalecimiento, ayuda,
aumento de la fe y todo lo bueno. Para ello, el cristiano necesita
constantemente la palabra de Cristo como su pan de cada día, en la que siempre
necesita aprender y ejercitarse. Por eso, para concluir, vuelve a hablar de las
ovejas que le siguen:
“Porque conocen su voz. Al extraño no lo
siguen, sino que huyen de él, porque no conocen su voz”.
29. Es
decir, ahora saben separar con precisión la verdadera doctrina, fe y vida de la
que no lo es. Tienen la regla de la palabra, que les enseña a aferrarse solo a
este Pastor. En consecuencia, pueden juzgar todo lo demás que la gente afirma y
huir y condenar todo lo que quiere señalar y llevarlos a otra parte. Por eso
permanecen muy seguras bajo este Pastor, no engañadas, no extraviadas, muy
inteligentes, bien protegidas, auténticas, benditas ovejas.
30. Qué
hermosamente nos pinta esta parábola a Cristo y a sus ovejas; vemos lo que
sucede en su reino y lo que tenemos de él. El arreglo nos muestra bellamente
qué y cómo debemos enseñar en la iglesia sobre la ley, la fe y las obras. Sin
embargo, los fariseos y su clase de líderes ciegos y falsos santos no entienden
nada de esto, como también dice Juan aquí:
Pero no entendían lo que les decía.
31. Sí,
aunque él interpreta y explica esto con palabras claras, ellos siguen sin
entender. Quieren sentenciar y juzgar estos asuntos solo según su razón, que no
entiende más que la doctrina legal de las obras y busca cumplirlas ella misma.
San Pablo dice de ellos “Se esfuerzan por establecer su propia justicia, y así
no se someten a la justicia que vale ante Dios” (Romanos 10:3). Por eso, cuando
oyen en la doctrina de nuestra salvación que nuestra vida debe basarse solo en
Cristo y que sin él no vale nada, entonces empiezan a calumniar, como dicen de él
después de este sermón: “Tiene el diablo y está loco. ¿Por qué le escuchan?”.
Así que ahora llaman “herejía” a la doctrina de la fe y dicen que prohibimos
las buenas obras. Sin embargo, al hacer esto solo están revelando realmente su
propia ceguera, que no entienden lo que es Cristo, la fe o las buenas obras.
32. Pero
nosotros, que tenemos el entendimiento correcto, ¡alabado sea Dios!, debemos
aprender dos puntos de esta lectura del Evangelio. En primer lugar, en la
cristiandad no debe enseñarse nada que no sea este único Pastor, Cristo. Todo
el mundo debe cuidarse de todo lo que no apunte solo a él, cuando se quiera
instruir la conciencia con la esperanza de la salvación, o que se imponga y
ordene como necesario guardar. Por eso, Cristo se llama a sí mismo la única puerta
por la que debemos salir y entrar, para que la enseñanza, la fe y la vida no
fluyan de otra cosa que no sea él, conduzcan solo a él y se encuentren solo en él.
33. La
segunda enseñanza es que todos los cristianos tienen el poder y el derecho de
juzgar toda la enseñanza y separarse de los falsos maestros y obispos y no
obedecerlos. Oyes que Cristo dice sobre sus ovejas “Mis ovejas escuchan mi voz,
pero no escuchan al extraño y no lo siguen, sino que huyen de él, porque no
conocen su voz”. Para que puedan juzgar, tienen la regla que se acaba de
establecer (a partir de estas palabras de Cristo), de que todos los que no
enseñan a Cristo son ladrones y asesinos. Por medio de esto, ya se les ha dado
el veredicto de que no se necesita más conocimiento. Más bien, como los
conocidos por Cristo, están obligados a seguir este veredicto y, en consecuencia,
a huir y evitar a todos ellos, sin importar quiénes, cuán grandes y cuántos sean.
34. Con
esto, las personas que quieren gobernar en la iglesia y, sin embargo, no promueven
la palabra de Cristo, sino sus propios mandatos, y exigen que el pueblo les obedezca
como obispos que se sientan en el gobierno regular de la iglesia, son
destituidos de su cargo y poder. Así que las ovejas de Cristo también están
obligadas a seguir este veredicto de Cristo de considerar a tales como
destituidos, sí, incluso condenados, separados de la iglesia de Cristo, y
malditos, y están obligados a huir de ellos. Si quieren seguir siendo buenas y
fieles ovejas de Cristo, no deben dejar que se les quite ese veredicto y poder,
ni entregarlo, para aprobar, aceptar o seguir lo que otros puedan decretar de
manera diferente, ya sean papas, obispos o concilios.